viernes, 19 de febrero de 2016

Microclimas (publicado el 18/2/16 en infobaires24.com.ar)

Cada vez que Mirtha Legrand quiere afirmar algo sin sustento comienza la frase indicando “La gente en la calle dice que…”. Claro que la eterna conductora de los almuerzos no es la única y el latiguillo de aquello que la gente dice o nos comenta en la calle es casi un clásico de los lugares comunes porque resulta muy efectivo en varios sentidos: nos quita responsabilidad por aquello que vamos a decir ya que, en principio, no necesariamente es lo que pensamos; establece a “la gente” como nuevo sujeto político capaz de reemplazar a “el pueblo” cuya cohesión y potencia política es un fantasma para quienes prefieren sociedades (es decir, suma de individuos) antes que comunidades; y nos transforma en alguien “común” que se contacta con otros “comunes” y tiene contacto con “la realidad” que sería “aquello que sucede en la calle”.
Pero detengámonos especialmente en este último punto más allá de que los anteriores no sean menos controvertidos: ¿qué garantía tenemos de ser “comunes”, esto es, de ser representativos de la media de la sociedad? ¿Lo que pasa a nuestro alrededor es lo que le pasa a todas las personas al menos en Argentina? ¿Nuestra clase social, rango etario, género, religión, preferencia sexual, posición política e historia no podrían, de alguna manera, determinar o influir para hacer de nuestro entorno un espacio particular? ¿No deberíamos decir “la gente que me rodea dice” en vez de afirmar “la gente dice”?
Esta breve introducción busca simplemente advertir que muchos de los diagnósticos de los comunicadores pero también de cualquier ciudadano suelen estar teñidos de ciertos microclimas en tanto, en general, tendemos a vincularnos con aquellos con los que tenemos algún tipo de afinidad. En tiempos de enorme intensidad política (y en tiempos de baja intensidad política también), por ejemplo, es posible que elijamos acercarnos y compartir espacios con aquellos que piensan como nosotros y consumir los medios que dicen lo que nosotros pensamos pues más que estar abiertos a la novedad necesitamos confirmar nuestras posiciones. Estas relaciones se dan naturalmente y pocas veces son parte de una decisión consciente. Sin embargo, el cuento de la globalización y las sociedades abiertas hace que terminemos creyendo que nuestra vida es representativa de lo que le pasa a cualquier otro en cualquier lugar del mundo. Y no es así: es muy difícil hacer el ejercicio empático de ponerse en el lugar de otro y poder comprender cómo el otro piensa lo que piensa y actúa como actúa. Cómo pudiste votar a Macri, se pregunta el kirchnerista, del mismo modo que el macrista se preguntará cómo pudiste votar a los kirchneristas.
Esta dificultad es la que explica que los macristas crean dudosas encuestas que dan a la nueva gestión un 70% de imagen positiva y haya kirchneristas que crean que, en meses, el gobierno acabará renunciando jaqueado por la conflictividad social.
Para concluir, no diremos que la verdad está en el medio pues muchas veces no está allí. Simplemente advertiremos que suele haber un mundo más allá de nuestra pecera.      

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