viernes, 13 de noviembre de 2015

Algo más que buenos modales (publicado el 12/11/15 en Veintitrés)

Una de las discusiones que se da al interior del oficialismo es cómo encarar estas últimas dos semanas de campaña. La situación es verdaderamente difícil tomando en cuenta que el que asoma como favorito ahora es Macri y, como suele suceder en el fútbol, cuando estás obligado a atacar te descuidas y cometes errores.
La idea del “ataque” no debe tomarse en sentido literal pero es claro que estamos viendo a un Scioli que ha dejado el rol de “pared impenetrable” que rebotaba con solvencia todo tipo de interrogación periodística, para transformarse en el candidato que busca interpelar a un adversario cuya línea discursiva es la “autoayuda chic”. Será difícil para el gobernador de Buenos Aires porque, guste o no, el kirchnerismo más duro es el que mejor se mueve en la confrontación pero, a su vez, se percibe un clima de desgaste de la lógica confrontativa. Si tal desgaste se produjo por la instalación en la opinión pública del mantra de la democracia como diálogo y consenso poco importa pero lo cierto es que existen sectores de la población que es necesario seducir y están recelosos de los presuntos malos modales k.           
Con todo, lo cierto es que después de la primera vuelta la campaña del oficialismo parece algo desordenada y la presidente parece ir por su carril, Scioli por el propio, y la militancia no orgánica, o más o menos orgánica, por otro. A tan pocos días de la elección el desorden no parece el mejor camino y se cae en lo que, desde mi punto de vista, son errores, más allá de tener las mejores intenciones. Me refiero a que identificar a Macri con la dictadura es algo que no solo no trae votos sino que es falso más allá de que buena parte de ese minoritario sector de argentinos que defiende las leyes de impunidad apoya al expresidente de Boca y que su plan económico sea similar al de Martínez de Hoz. Pero Macri no es Videla. Del mismo modo, tampoco se deben seguir convocando movilizaciones arrogándose la potestad del amor como si del otro lado solo hubiera odio.
Sin embargo, puede que ese desorden acabe siendo beneficioso pues, finalmente, CFK dirige sus discursos a “su tropa”, es decir, encolumna a los convencidos que no han militando como si lo estuvieran, Scioli busca seducir “por el centro” y la militancia no orgánica busca traer los votos que se puedan pero, por sobre todo, busca aparecer como ejemplo del compromiso frente al votante indolentemente progresista de grandes centro urbanos que susurrando “da lo mismo”, se garantiza la cómoda indignación de la cacerola que utilizará en el futuro. Todo eso, quizás, pueda confluir. Si alcanza o no es otra cosa pero si nada de esto se hiciese seguro que no alcanzaría.
A su vez, cuando usted lea esta nota se estará a pocos días del debate organizado por una ONG y que, se espera, esta vez, sea transmitido por varios canales incluida la TV pública. Quien sigue mis columnas sabe que si el dilema es entre que haya o no debate yo siempre preferiré que haya pero de ahí a suponer que ese evento es esencial para la democracia y la república hay un salto (al vacío). De hecho, tanto el debate en el que participaron 5 de los 6 candidatos como éste, acaban siendo funcionales a instituciones y símbolos que, desde mi punto de vista, debilitan nuestro sistema democrático. Me refiero a que el hecho de que el debate se realice en la Facultad de Derecho abona la idea de que el derecho y los abogados están por encima del Estado, la política y nuestros representantes; y el hecho de que sea organizado por varias ONG y moderado por periodistas legitima a éstos como neutrales guardianes morales de la República y heraldos de la voz de la sociedad civil. Con todo, la mejor razón frente a mis argumentos la obtuve de Carlos Zannini cuando en un reportaje tuve la posibilidad de interrogarlo acerca de las razones por las que Daniel Scioli había faltado al primer debate. Y su respuesta fue clara: “El debate es una cuestión táctica. Se concurre o no de acuerdo a la conveniencia”. Evidentemente, un Scioli ganador en primera vuelta no encontraba razones tácticas para asistir. Hoy la situación es otra máxime cuando el votante al que se busca seducir puede ser alguien que cree que en este tipo de debates se puede dirimir el buen o mal gobierno. Si alguien apresuradamente pudiera decir que Scioli no tiene convicciones republicanas pues solo asiste si le conviene cabe aclarar que tampoco parece del todo republicano haber vetado más de 100 leyes como Jefe de Gobierno de la Ciudad y que, hace apenas algunos meses, el candidato PRO, Horacio Rodrírguez Larreta, se negó a debatir. Y lo hizo, claramente, porque iba ganando, es decir, por razones tácticas.                
Más allá de esto, lo interesante es que Macri puede alcanzar la presidencia en un contexto de hegemonía cultural del kirchnerismo o, al menos, de consenso bastante expandido respecto de lo beneficioso que han resultado algunas políticas. La mejor prueba de ello es que el candidato del PRO tiene que desdecirse de todo lo que siempre dijo respecto de planes sociales, soberanía energética, fondos previsionales, Aerolíneas Argentinas y ampliación de derechos como fertilización asistida o matrimonio igualitario. ¿Qué es entonces lo que elegiría la ciudadanía? ¿Por qué no se inclina por el continuador de estas políticas? ¿Fantaseará con que se puede tener lo mismo pero con los presuntos buenos modales de la “gente bien”? Puede que así lo crea y, si es así, sería una tontería que el kirchnerismo no revisara sus modos pues, justamente, los kirchneristas entenderán que lo que importa son las conquistas obtenidas.
De hecho el último spot de Scioli va en esta dirección cuando afirma: "Yo sé que algunos están enojados. Pero no creo que estén enojados con la asignación universal para sus hijos, ni con las notebooks que recibe cada estudiante en las escuelas, ni con las casas del PRO.CRE.AR, ni haber recuperado YPF, Aerolíneas, nuestros ferrocarriles, y muchos logros más. Quizás estén enojados con las peleas, pero conmigo es distinto, yo soy un hombre de diálogo como ya lo demostré en mi vida. Moderado y pacífico. Pero decidido. Yo puedo darte a vos el cambio que esperas, pero sin los riesgos del pasado". Se trata de un texto que expresa un diagnóstico claro: las conquistas son valoradas incluso por aquellos que no nos votaron y si no nos eligieron fue por el clima de disputa y tensión que vive la Argentina al menos desde el conflicto con las patronales del campo. Asimismo, a vos, que por reflexión o moda crees que hace falta un cambio, te digo, yo, Scioli, que soy distinto y que si la opción es por el cambio puedo ser tu vehículo.
Por último, claramente, la referencia al pasado refiere a la relación entre el PRO y el neoliberalismo que llevó a la crisis del 2001. Como hemos elogiado en esta columna a Durán Barba, elogiemos ahora a los publicistas del sciolismo porque han logrado sintetizar en pocas frases el eje principal que puede permitir acercar posiciones con aquellos electores que se inclinaron por otras opciones.       
Sin embargo, algunos dicen que ya es tarde. Incluso hablan de clima de cambio de época, algo que ha sido bastante ostensible en varios municipios de la Provincia de Buenos Aires. Yo dejaría abierta la posibilidad, pero puede ser que tengan razón más allá de que ese cambio de época no se hubiera trasladado a las urnas si el oficialismo no hubiera cometido sendos errores de estrategia electoral, en especial, en la mencionada Provincia de Buenos Aires.  

Así, para finalizar, quizás el kirchnerismo quede preso de una enorme paradoja pues, por un lado, el hecho de que se hayan naturalizado las conquistas de la última larga década garantiza que un eventual gobierno de derecha tendrá enormes resistencias sociales si pretende avanzar sobre el piso alto de reivindicaciones y derechos; pero, por otro lado, esa misma naturalización, ese pensar que lo que se tiene es algo dado e inconmovible, generó una autonomización de esas conquistas respecto al origen histórico de las mismas. Dicho con más simpleza: sectores de la población pasan por alto que las posibilidades que han obtenido en esta última década se debieron no solo al esfuerzo personal sino a decisiones políticas y a políticas públicas llevadas adelante por una presidenta y un gobierno al que, por supuesto, se le pueden adjudicar caprichos, errores, desgastes y contradicciones. Es más, hasta se puede decir que ha sido un gobierno que ha equivocado varias veces sus candidatos y sus armados territoriales privilegiando inmerecidamente a algunos y maltratando a referentes políticos y sociales con cercanía ideológica que terminaron patéticamente, eso hay que decirlo también, “del otro lado”. Entonces, claro que podemos tener un gobierno mejor pero también podemos tener un gobierno peor que no será el que tenga peores modales sino el que te hará perder buena parte de las conquistas alcanzadas en los últimos doce años.            

1 comentario:

Alan Argento dijo...

Es curioso cómo Scioli, mi candidato, empezó a decaer a medida que se kirchnerizó. Es fácil hablar con el diario del lunes. Sin embargo, es innegable que Macri está ganando con la onda Ola Naranja: fe, esperanza, optimismo y deporte o, traducido, "la revolución de la alegría", que es parafrasear a Francisco y "la revolución de la ternura". Evidentemente, la gente se manifestó. Esperemos, Dios mediante, que Mauri pierda. Por el bien de la Patria, que son los humildes y los trabajadores.