lunes, 28 de diciembre de 2015

La pregunta por los sueldos de 678 (publicado en Diario Registrado el 23/12/15)

En los últimos años ha sido recurrente la embestida de periodistas de corporaciones mediáticas y de algunos zonzos útiles en torno al dinero que cobran los panelistas de 678. La que instaló el tema fue una periodista llamada Silvia Mercado que, como dice la canción, debe creer que “escrúpulo” es un parásito del alacrán. Tal periodista mintió al afirmar que en 2010 los panelistas cobraban entre “40000 y 80000 pesos mensuales”. En aquel año, los sueldos de los panelistas eran de alrededor de un quinto de las cifras antes mencionadas, cifras que, incluso en 2015, cinco  aumentos mediante, sigue estando groseramente por encima de lo que percibimos quienes allí nos desempeñamos. Sin embargo, lo que me interesa analizar es qué es lo que está detrás de la pregunta acerca de cuánto cobran los panelistas de 678 pues usted notará que a los únicos periodistas a los que se interpela de esa manera es a aquellos que trabajamos en ese programa. Quienes indican que tal interpelación obedece a que somos empleados públicos mienten al igual que lo hiciera Silvia Mercado, porque los panelistas no tenemos ninguna relación con la TV Pública: fuimos contratados por la productora privada PPT. Lo que sí es público y, en tanto tal, está disponible en la web, son los contratos entre el canal público y la productora privada. Pero los contratos de los panelistas no tienen por qué ser públicos pues son contratos entre privados. Perdón por la autorreferencialidad pero, en mi caso, no tendría problemas en hacer público mi contrato. Sin embargo, lo haré con una sola condición: que todos los periodistas que lo exigen muestren los suyos también. Pues las condiciones son las mismas ya que todos hemos establecido contratos entre privados: algunos con una productora que lleva su producto a un canal estatal y otros directamente con canales privados o con productoras que llevan su producto a canales privados. Yo los muestro pero quiero también que me muestren los de ellos, especialmente porque calculo que la gran mayoría cobra más que cualquiera de los panelistas de 678. Y no me refiero a las grandes figuras del establishment periodístico como los Lanata, los Nelson Castro o los Majul, quien hace pocos días fue denunciado por cobrar millonarias sumas, en algunos casos, a través de contrataciones directas por parte del Gobierno de la Ciudad. Apunto incluso a cualquier conductor de segunda línea de noticiero de canal de cable.
Pero volviendo al punto, ¿saben qué hay detrás de la pregunta sobre cuánto cobra un panelista de 678? Una visión autoritaria de la verdad. ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver el monto de un sueldo con una visión acerca de la verdad? Efectivamente, quien interpela a un panelista de 678 respecto de su sueldo y no interpela del mismo modo a empleados de la TV Pública y la Radio de la Ciudad (que sí tienen contratos con el Estado, es decir, que sí son empleados públicos), o a cualquier periodista que trabaja en medios privados y estableció un contrato entre privados (como lo hicieron los panelistas de 678), está dando a entender que los que defendemos una verdad relativa que era, en líneas generales, afín a la del gobierno saliente, lo hacemos por ser corruptos. En otras palabras, se supone que la verdad es una sola y que la posee el periodista crítico del kirchnerismo. Tal periodista no dice hablar desde una verdad relativa sino desde una única Verdad a la cual llega gracias a cumplir con las condiciones de ser neutral, objetivo e independiente. Gracias al autoritarismo que supone toda concepción de la verdad que se presente como única, desde Platón hasta la fecha, quien no está de acuerdo con ella o bien es ignorante o bien defiende cínicamente una mentira gracias a recibir favores a cambio. Pero como ni los más acérrimos detractores de 678 pueden afirmar que a los panelistas les falte formación, se acude a la segunda opción, esto es, la de acusarlos de corruptos. Y funcional a esa acusación es, por supuesto, la de mentir acerca de los montos que reciben. Porque afirmar que hay comunicadores que defienden una postura tolerando todo tipo de agravios y estigmatizaciones, en la mayoría de los casos, cobrando menos que lo que cobra un camionero (con todo respeto por los camioneros, claro), debilitaría enormemente la línea argumentativa de la perspectiva autoritaria de la verdad que aquí denuncio. Los panelistas de 678 tenemos diferencias ideológicas pues hay progresistas, peronistas, más de izquierda o más de centro; también tenemos diferencias en cuanto a la formación pues algunos son periodistas y defienden al periodismo en tanto tal y aquellos que no lo somos solemos tener una actitud más escéptica al respecto. Generalmente coincidimos pero a veces no. Sin embargo, en todos los casos, no hay ninguna razón para suponer que cada vez que opinamos lo hacemos con menos convicción que la que poseen los comunicadores que piensan radicalmente opuesto a nosotros. Es más, a pesar de que esos periodistas, en general, cobran más que nosotros, por lo menos desde mi punto de vista, considero que defienden las posturas que defienden por estar convencidos y no porque sean ignorantes o corruptos. Y si lo hicieran por ignorantes o corruptos, en realidad, poco importaría, pues lo que se debate en el ámbito público son las argumentaciones y no las razones últimas por las que alguien sostiene lo que sostiene. En este sentido, si Jorge Lanata hubiera cambiado de posición por mercenario, si Nelson Castro diagnosticara a distancia y le hablara a la presidenta por narcisismo o si Luis Majul fuera vocero de Macri por recibir pauta oficial o por fervor obsecuente, poco importa. Importa, en todo caso, las razones que utilizan para defender lo que defienden. Es eso lo único que a mí me interesa discutir. Por eso es que considero que se equivocan quienes dicen que, por ejemplo, Niembro defendía al macrismo por obtener dinero a cambio. Más bien, creo yo, es al revés: es porque Niembro siempre fue un “neoliberal populista” que se acercó naturalmente al macrismo. Pero, insisto, aun si no fuese así, no es eso lo que importa.

Para finalizar, es curioso que, en nombre de la pluralidad, periodistas exijan el fin de un programa periodístico. También es curioso que una de las promesas de campaña del actual presidente haya sido quitar del aire un programa de TV y que, en el primer debate presidencial de la historia, se haya utilizado como un agravio el hecho de ser panelista de ese programa. Por todo esto, si queremos seguir viviendo en democracias heterogéneas y plurales como las que hemos sabido forjar en Occidente, debemos hacer un esfuerzo por pensar en términos de verdades relativas o, si se quiere, debemos aprender que hay tantas verdades como perspectivas. Que haya relatividad o perspectivas no significa desprenderse de las convicciones o suponer que todo vale lo mismo. Es más, defender una verdad relativa es compatible con la suposición de que el otro está equivocado porque evidentemente, cuando cada uno de nosotros defiende una posición, considera que la otra está equivocada. Sin embargo, debemos asumir la falibilidad, tener la capacidad para revisar nuestras opiniones partiendo de la base de que la convicción no nos garantiza estar en lo cierto, y abandonar la idea de que el hecho de que exista gente que no piensa como nosotros solo puede entenderse por razones de ignorancia o corrupción.              

viernes, 18 de diciembre de 2015

Los ejecutores (publicado el 17/12/15 en Veintitrés)

“El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado” J. L. Borges


Más allá de que el nuevo gobierno lleva apenas unos días en la Administración, el escenario de justificación de las nuevas medidas económicas se viene disputando desde hace ya unos meses en la opinión pública. Si bien las condiciones objetivas derribaron el intento de instalar que la economía estaba en una crisis total de la cual solo era posible salir a partir de una política de shock, lo cierto es que, en otros aspectos, la prédica liberal fue efectiva. Por nombrar solo un caso, se impuso que el precio del dólar ilegal debía ser la referencia para el dólar oficial y que, en tanto tal, la devaluación era inevitable o que, incluso, ya existía de hecho. Si bien desde esta columna varias veces mencionamos que era necesaria una corrección en el tipo de cambio y, por ejemplo, una quita paulatina de subsidios para los sectores metropolitanos más aventajados, me interesa hacer énfasis en el modo en que el liberalismo económico justifica las políticas de ajuste y el lugar que ocupan los ejecutores de estas políticas. El lenguaje ya lo conocemos pero no es menor repasarlo pues las palabras instalan realidad. Pensemos en la idea de “sinceramiento”, por ejemplo. Se sincera lo que ya existe pero permanece oculto. En este sentido, quien sincera simplemente corre un velo pero no es el creador de aquello que sincera. Asimismo, sincerar supone un compromiso con la verdad que no tuvo el que mantuvo oculto el objeto o la información a ser sincerada.
El lenguaje del sinceramiento cobra especial relevancia en el engranaje semiótico de la economía como una ciencia “dura” que algunos liberales insólitamente sostienen, y de unas leyes económicas que se comportan con la misma firmeza que las leyes naturales. Sí, leyó bien, parecen anclados en los siglos XVIII y XIX a pesar de que dicen tener la llave para ingresar al siglo XXI. Así, desde una perspectiva epistemológica, intentan dar una batalla que, como mínimo, está saldada hace 50 años.
La perspectiva del liberalismo económico supone que lo único que hace su programa es respetar las leyes de la economía y que toda teoría económica que suponga formas de intervención violenta ese orden natural. En este sentido, caído el paradigma comunista, el nuevo enemigo del liberalismo económico se llamó “populismo”, un verdadero significante vacío capaz de condensar todos los males y que se caracteriza, en materia económica, por un intervencionismo estatal que, dependiendo el contexto, es más o menos preponderante pues si bien durante la larga década kirchnerista se recuperaron empresas para el Estado, esto se hizo solo en sectores estratégicos o ante casos flagrantes de servicios deficitarios. Pero en el paradigma de la economía como regida por leyes naturales, toda intervención supone una acción externa que, en tanto artificial, está destinada a ser circunstancial del mismo modo que el Hombre puede violentar a la ley de gravedad logrando volar pero no podrá hacerlo indefinidamente. En algún momento caerá, como, dicen, caerá toda forma de intervencionismo, acuciado por las contradicciones y las distorsiones que se juzgan así tomando como parámetro, justamente, el presunto orden natural del que venimos hablando. Como para el liberalismo económico, una economía populista se caracteriza por impedir el libre desarrollo de las leyes del mercado, se hace necesario adjudicar responsabilidades. ¿Quiénes han osado interferir y violentar ese orden natural? Los funcionarios populistas, claro, con nombre y apellido. Ellos son los que se interponen y los que desvían el cauce natural del río. Es exactamente el caso contrario del funcionario liberal pues éste nunca es responsable ya que a través de él circulan fuerzas que lo trascienden. No me refiero, claro está, a los intereses del capital y de los empresarios sino a las leyes naturales que se indicaban anteriormente. En este sentido, la fiesta del despilfarro la hace el funcionario populista pero el ajuste no lo hace el funcionario liberal sino “el mercado” o “las leyes de la macroeconomía”. Así, el funcionario liberal aparece como un heraldo, un médium cuya labor es, como mínimo, ser un espectador del desenvolvimiento de las leyes y, como máximo, correr los obstáculos artificiales que se la han impuesto a la economía. Cuando el funcionario liberal reconoce que estas leyes van a afectar a las mayorías hasta puede que sienta algo de dolor y bronca porque, como todo humano, siempre intenta ir un paso más allá en la conquista de la naturaleza. Pero está convencido de que no es el responsable de ese orden y que no tiene sentido oponerse pues el carruaje te va a llevar igual: confortablemente si lo consentís o arrastrándote si te resistís. Porque para el funcionario liberal, esto es, para el ejecutor de un mandato que lo trasciende, la economía es un texto que solo puede alterar la tergiversadora actividad humana de quienes no quieren aceptar las leyes del mercado, esto es, de quienes se resisten a lo irrevocable, sea que venga en forma de pasado, de destino o de ira de Dios.

              

lunes, 14 de diciembre de 2015

Alimentando el relato (opositor) [Publicado el 10/12/15 en Veintitrés]

En la última semana se vienen dando una serie de discusiones cuando menos curiosas. La primera que se puede mencionar es la que refiere al actual titular del BCRA, Alejandro Vanoli. Como usted sabe, si bien el PRO llegó al poder con un discurso republicano, tiene la pretensión de quitarse de encima, probablemente a través de sendos DNU, a una serie de funcionarios. Además del ya mencionado y aduciendo el carácter militante de cada uno de ellos, los liderados por Mauricio Macri buscan que Tristán Bauer en RTA, Martín Sabatella en AFSCA y Alejandra Gils Carbó en la Procuración General abandonen sus cargos y dejen el espacio para hombres de confianza del actual presidente. Cada caso es distinto pero en el de Vanoli se da una situación particular pues los kirchneristas afirman que la ley garantiza su continuidad y, con ello, acaban defendiendo una suerte de independencia del BCRA respecto de la política económica del gobierno. En otras palabras, defienden exactamente lo contrario de lo que defendían cuando, para quitar al atrincherado Martín Redrado, aducían que era absurdo y deudor de una lógica colonial impuesta por los ingleses, que el BCRA se manejara autónomamente. Por supuesto que, en ese momento, el PRO tomaba la bandera de la independencia y acusaba al gobierno de ir por las reservas del BCRA. Hoy, sin embargo, el PRO esgrime las razones que años atrás denominaba “populistas”. Un verdadero mundo del revés.
Por otra parte, en torno a la asunción de Mauricio Macri se vienen dando una serie de episodios  rayanos en lo bizarro. Me refiero, claro está, a todo lo que rodea al hecho de dónde se entregarán los atributos y si será la propia CFK la que los entregue. En medio de todo eso, como si hiciera falta algo, aparece Pallarols denunciando amenazas y no faltan zonzos que han dado a entender que el kirchnerismo quiere secuestrar el bastón de mando. El episodio Pallarols es ubicable entre El señor de los Anillos y cualquier relato de García Márquez así que, remítase a esas obras. En cuanto al conflicto por la entrega de los atributos, la ley es clara y, en este sentido, CFK tiene razón: se jura ante la Asamblea Legislativa y punto. No hay ninguna obligación del mandatario saliente de ir a la Casa Rosada a ponerle la banda y darle el bastón al entrante. Probablemente, Macri y su espacio buscan esa foto tan deseada, pues ellos mismos entienden que para CFK sería humillante esa escena. Incluso, haciendo psicoanálisis barato hay que pensar, a su vez, cuánto de fálico habría en esa simbología del traspaso y el modo en que los medios opositores encontrarán allí un regocijo que es sin duda, algo digno de niños o, quizás, de masturbación de adolescente. Pero a su vez, es verdad que si bien la ley no lo indica, se estila que el presidente saliente entregue al entrante los atributos en la Casa Rosada. En ese sentido, creo que CFK, al negarse a aceptar algo que, insisto, no tiene obligación de aceptar, acaba dándole pasto a los indignados de turno que con micrófono o pluma en mano destilan y supuran todos los lugares comunes y los fantasmas de señora gorda de barrio y de taxista canchero que es más conspirativo que la saga Zeitgeist. Así, se somete a que cualquier fronterizo le diagnostique enfermedades mentales por TV y da una razón más para que se la ponga en el centro de la escena como el demonio de la película. Sinceramente, parece más fácil ir a la casa Rosada, dar el chiche que el nene quiere y todos contentos. ¿No?
Y cercano a esto mencionaré dos episodios más: uno vinculado a una conversación telefónica entre Macri y la presidenta y otro relacionado con la movilización de despedida de CFK. En lo que respecta al primero, la presidenta acusó a Macri de maltratarla por teléfono, justamente, cuando conversaban acerca de la ceremonia del traspaso. Asimismo, expresó que tal trato era inadmisible no solo por razones de investidura sino por razones de género, esto es, un hombre no debe gritarle a una mujer. El relato del episodio es absolutamente verosímil pues solo una gran construcción mediática puede presentarnos a Macri como un maestro zen o como alguien con “cosas de Mandela” tal como afirmaría su flamante vocero Luis Majul. Sin embargo, me parece un error plantearlo en términos de género. Dicho en otras palabras: Macri le gritó a CFK no por su condición de mujer. Si hubiese sido un hombre también le hubiera gritado porque Macri se maneja como un patrón de estancia. Lo hizo siempre. ¿Se imagina ahora que es presidente?
En lo que respecta a la movilización de despedida, últimamente ya no se sabe cuál de las convocatorias es oficial, cuál es autoconvocada, cuál es para engañar, etc. etc. Lo cierto es que se anuncia una movilización de despedida de CFK para el 9 de diciembre. Tal fecha parece lógica pues se trata del último día de su mandato. La imagen de una plaza colmada será una escena que los medios opositores ocultarán pero mostrará que hay una importantísima porción de la población que apoya las grandes conquistas de estos 12 años. Sin embargo, hay quienes llaman a marchar el 10 de diciembre. Hacerlo ese día, cuando podían haberlo hecho el día anterior, parece, más que una provocación, una tontería que en el mejor de los casos termina en la anécdota y en el peor de los casos termina con violencia. Nadie es más militante por estar el 10 en vez de estar el 9 y parece razonable que el día de la asunción el gobierno entrante tenga su celebración.
Dado que los formadores de opinión van a seguir distorsionando la realidad y endilgando al kirchnerismo todos los males del universo: ¿hace falta darles buenas razones para alimentar su relato?       

viernes, 4 de diciembre de 2015

Kirchnerismo: ¿alcanza con los pibes? (publicado el 3/12/15 en Veintitrés)

Con un balotaje tan cercano a la fecha de asunción de las nuevas autoridades es natural que los análisis recaigan sobre las señales que va brindando el nuevo gobierno. En este sentido, no creo poder aportar mucha novedad ya que distintos comunicadores, por derecha o por izquierda, han coincidido en el perfil corporativo de los ministros (en su gran mayoría, ex CEOs de empresas multinacionales) y en la disparada de precios que produjo el hecho de que el candidato que era favorito en las encuestas, insólitamente, anunciara la magnitud de la devaluación que preparaba.
De lo que se ha hablado poco es de cómo enfrentará el peronismo su condición de oposición frente a un gobierno de derecha liberal no peronista. Esta novedad se da, a su vez, en medio de un proceso (no novedoso) de derrota electoral muy importante (pues, a pesar del 49% obtenido, se perdió Nación y los distritos más grandes del país incluida la Provincia de Buenos Aires) con el consecuente pase de facturas. A su vez, a diferencia de 1983, el peronismo no tiene omnipresencia en los sindicatos y hasta es de esperar que muchos sindicalistas, de esos que son más patrones que trabajadores, cambien la remera de Perón por la de la “Revolución de la alegría” amarilla.
Si bien al momento de escribir estas líneas se sabe que en los próximos días habrá un encuentro entre los gobernadores y la actual presidente, lo cierto es que el escenario resulta enormemente complejo para el peronismo y existe un claro riesgo de balcanización. Pues los gobernadores han aceptado la conducción de Cristina hasta el 10 de diciembre pero entienden que hace falta una renovación. En ese sentido, Scioli parece haber dado señales de pretender erigirse como el conductor del PJ y el movimiento tras una campaña en la que, por momentos, se lo vio batallando en extrema soledad y recibiendo un apoyo más autoconvocado que orgánico, al menos, en los grandes centros urbanos. Sin embargo, difícilmente Scioli pueda sostenerse allí para volver a ser el candidato dentro de 4 años. Al interior de ese espacio algunos mencionan la posibilidad de Urtubey aunque no creo que haya que descartar otras opciones y, mientras tanto, parece haber acuerdo en que el decano Gioja sea el presidente del bloque en Diputados. Por otra parte, Massa y De la Sota pretenderán disputar ese espacio para abrir el juego a una suerte de panperonismo no kirchnerista pero veremos hasta qué punto los que acompañaron al FPV serán capaces de tolerar que, en particular, el “gallego”, haya sido quizás el artífice principal de la diferencia que Macri le sacara a Scioli. Y por último, claro está, se encuentra CFK cuya figura se agigantará en la medida en que las políticas de Macri comiencen a traer conflictividad social, más allá de que se espera hacia su persona una estrategia comunicacional de demonización y vergonzantes ataques judiciales probablemente más grandes que los que ella sufriera ocupando la presidencia.  
Independientemente de esto, la duda gira en torno a cuál es la actitud que CFK adoptará aunque es esperable que se vuelva a exponer la tensión entre el peronismo clásico y un kirchnerismo que se ha nutrido de elementos de las tradiciones progresistas liberales y de izquierda. Incluso hasta en el plano discusivo la relación entre kirchnerismo y peronismo fue fluctuante y atravesó momentos “evitistas” no “peronistas”, molestias ante el canto de la marcha y rechazos (y luego abrazos) al PJ. A su vez, frente a los que ansiosamente buscaban desvincular al kirchnerismo del peronismo se le puede recordar aquella frase de Néstor Kirchner que indicaba: “Somos peronistas. Nos dicen  “kirchneristas” para bajarnos el precio”. Dicho esto, resulta claro que CFK, a partir de la muerte de su marido y de la irrupción del sujeto juvenil, intentó construir una fuerza propia. Como muchas veces hemos mencionado aquí, esa audaz construcción tuvo aciertos y errores, dirigentes a la altura de las circunstancias y dirigentes mediocres, pero fue una decisión clara que generó controversias al interior del movimiento que se invisibilizaban en la medida en que CFK sostenía su poder al frente del gobierno. Sin embargo, llegado el 10 de diciembre, hay militantes y dirigentes disconformes con lo que, juzgan, ha sido una enorme discriminación hacia todos aquellos espacios que no fueran de La Cámpora. En esta línea hay quienes señalan que CFK, en un determinado momento, decidió ser la conductora de La Cámpora y no del peronismo. Independientemente de si ello fue o no así, entiendo que, de ahora en más, si la idea de CFK es “volver con los pibes” en 2019, por fuera del peronismo, el kirchnerismo será más o menos competitivo en tanto ella tenga la voluntad de seguir al frente pero corre el riesgo de transformarse, en pocos años, en una fuerza testimonial de centroizquierda con el 10% de los votos. Asimismo, y en esto, por supuesto, no se trata de posar las culpas sobre CFK, un kirchnerismo por fuera del peronismo puede acabar empujando al movimiento fundado por Perón a transformarse en la fuerza de centroderecha en la que había degenerado 25 años atrás o, incluso, a ser fagocitado y desmembrado por el pragmatismo PRO que pretenderá transformarse en un significante vacío capaz de funcionar  como una desideologizada maquinaria de poder.    
Si en 2003 el kirchnerismo hizo revivir al peronismo, en 2015 era el peronismo el que podía garantizar la supervivencia del kirchnerismo como fuerza competitiva. La sensación es que de cara a lo que viene la ecuación sigue siendo la misma de 2015 y que, para que ello se produzca, CFK deberá tener una conducción más amplia capaz de incluir referentes y sectores que en algunos casos, injustamente, fueron dejados a un lado. Porque para volver en 2019 o 2023 se necesitará a los pibes. Pero también se va a necesitar al peronismo. 

 


viernes, 27 de noviembre de 2015

La revancha de los ideólogos (publicado el 25/11/15 en Veintitrés)

El triunfo de Macri marca un giro abrupto en relación con la administración que gobernó el país los últimos 12 años. Evidentemente, el intento del gobierno de instalar que aquí se jugaban dos modelos de país no penetró lo suficiente y primó la propuesta macrista de una política new age, sin conflicto. ¿Ha sido el triunfo de las formas por sobre el contenido? En un sentido sí y prueba de ello podría estar en ese 24% que votó a Macri en la primera vuelta pues ese parece ser el número del electorado ideologizado que se opone fervientemente al modelo nacional y popular (a tal punto que 24% también había sido el porcentaje obtenido por Menem en 2003). El otro 27% que sumó Macri desde aquel agosto a este noviembre parece más bien un voto volátil que en buena parte está de acuerdo con las conquistas del kirchnerismo pero le molestan algunos aspectos puntuales y las formas. Decir eso no implica ningún juicio de valor, por cierto. Solo intento marcar que los ideólogos lograron ganar gracias a un voto desideologizado (que también existe en un porcentaje de los que apoyan al FPV, claro) entendible, en buena medida, por la campaña del terror que se impuso en la opinión pública, desde 2008, hacia todo lo que sea kirchnerista. Y cuando se logra instalar una negatividad, que en muchos casos, hasta es inexplicable para el propio sujeto, es muy difícil torcer la voluntad. Algo parecido había sucedido con Menem: en 2003 el riojano ganó la primera vuelta pero sabía que el 70% lo rechazaría en una segunda. ¿El rechazo era hacia él o hacia su modelo? Era hacía él porque si López Murphy hubiera desplazado a Kirchner del segundo puesto, habría obtenido el 70% de los votos defendiendo el mismo modelo económico que Menem. Aquí sucede algo parecido: si tuviéramos una votación en abstracto entre “el modelo nacional y popular” y “el modelo neoliberal”, hoy en día, una mayoría amplia se inclinaría por el primero. No hay por qué vanagloriarse de ello pues el recibir el apoyo de más o menos gente no acerca a ese modelo a la verdad ni pertenecer circunstancialmente a una mayoría debe ser motivo de orgullo necesariamente. Se trata simplemente de describir un clima de época.     
Sin embargo, los ideólogos que instalaron que lo importante eran las formas (cuando lo que les importaba era realmente el contenido), ahora van por la sustancia del asunto, tal como lo demuestra el editorial de La Nación del lunes 23/11 instando al próximo gobierno a acabar con los juicios de lesa humanidad contra los genocidas. Porque como estrategia política entendieron que había ganar como fuera pero a nadie le gusta ganar mostrándose como lo que no es ya que las ideas forman parte de nuestra identidad y en política eso juega un rol central. En otras palabras, hay tipos que gracias a su cinismo pueden hacer cualquier cosa para triunfar pero no quieren llegar al poder y ejercerlo disfrazados; tienen la necesidad existencial de demostrar que han triunfado sus ideas por más que no haya sido el caso. Es un tema personal y como sabemos, lo personal es político, a tal punto que van a intentar convencernos de que lo que triunfó fueron las ideas conservadoras que siempre han defendido cuando lo que sucedió fue la confluencia de un sinfín de elementos entre los que se encuentra el voto ideológico pero también aciertos electorales, errores del rival, blindajes mediáticos y una serie de casualidades que siempre juegan. Decir que para ganar tuvieron que ocultar lo que eran puede ser un consuelo de tontos pero estas breves líneas no buscan consolar sino advertir que ahora, sin máscara, estos tipos, van por lo que siempre les molestó del kirchnerismo. ¿Y qué es lo que siempre les molestó? ¿Acaso las cosas que el kirchnerismo hizo mal? No. Lo que siempre les molestó es, precisamente, todo aquello que el kirchnerismo hizo bien.   



sábado, 21 de noviembre de 2015

23N: incertidumbres y certezas (publicado el 19/11/15 en Veintritrés)

Cuando usted lea esto faltarán pocos días para la elección del 22 de noviembre. Como el final parece abierto, más que hablar de encuestas, parece razonable presentar los escenarios posibles del día posterior, el 23N, en una Argentina que evidentemente comenzará una nueva etapa.
¿Qué sucedería si gana Scioli? Por lo pronto, una conmoción más grande que la que acaeció tras el sorprendente resultado de la primera vuelta. ¿Por qué más grande? No solo porque se resuelve la elección sino porque, contrariamente a lo que sucedió el 25 de octubre, el que aparece instalado como favorito ahora es Macri más allá de que las encuestas reconocen un repunte de Scioli y hay alguna que lo da ganador al candidato del FPV. No le quedará margen a la oposición para denunciar fraude porque, desde que llegó a la segunda vuelta, el sistema electoral que era vetusto y corrupto se transformó en transparente y fiel expresión de la voluntad popular. Con todo, es de esperar que, como lo hizo en las elecciones anteriores, ante un resultado adverso, la oposición, busque “embarrar” la cancha y viciar la legitimidad del nuevo presidente.
Más allá de eso, Scioli presidente tendrá varios frentes abiertos desde la perspectiva política y económica. Porque gobernará sin quórum propio en Cámara de diputados y con un conjunto de legisladores representativos del kirchnerismo de paladar negro que garantizarán el apoyo durante el primer año pero estarán en una continua relación de tensión con los legisladores, llamemos, “peronistas” que responden a los gobernadores. En este sentido, no hay que ser opositor para admitir que aun dentro del oficialismo hay sectores molestos con La Cámpora y los privilegios que la agrupación liderada por Máximo ha tenido en los últimos años. Pues no hay trasvasamiento generacional que se haga con buenos modos pero esa falta de tacto ha golpeado también a dirigentes y militantes con compromiso y trayectoria valiosa, algunos de los cuales ya se han ido o prometen quitar obediencia a CFK a partir del 10 de diciembre. Con la presidenta fuera de la administración, esto es, sin “lapicera”, se observará la talla de esa camada de jóvenes que han crecido políticamente en estos años. Muchos han demostrado jerarquía y capacidad y han sido premiados por ello. Otros, igualmente premiados, no han demostrado estar a la altura de las circunstancias.    
En el terreno económico, Scioli también tendrá dificultades pues las promesas de campaña suponen cierto desfinanciamiento del Estado. Desde el oficialismo responden con buen tino que hay que redistribuir para crecer y que el crecimiento del mercado interno devendrá en mayores ingresos a través de los impuestos al consumo. Con todo, Scioli espera que la especulación, que tiene, en la Argentina, cara de silobolsa, liquide los dólares; a su vez, se espera llegar a un acuerdo razonable con los Buitres, esto es, pagarles una parte de lo que exigen y a la vez impedir una nueva negociación de la deuda con el 93% que había aceptado la anterior reestructuración. Asimismo, nadie del sciolismo niega correcciones económicas. Lo que se dice es que éstas no serán bruscas ni se harán a costa del bolsillo del trabajador. En ese sentido, hay un buen antecedente cercano. Me refiero a la devaluación de alrededor del 30% que se dio a principios de 2014. Si, tras ese ajuste, las paritarias se hubieran cerrado a un 15% y no hubiera existido una política de precios cuidados en los alimentos, el impacto en el poder adquisitivo de los trabajadores hubiera sido enorme. Sin embargo, las paritarias se negociaron como mínimo al nivel de la inflación que miden los privados y el golpe a los bolsillos de los que menos tienen no se sintió tanto, del mismo modo que tampoco se vio afectado el nivel de empleo que en octubre de 2015 alcanzó, según el INDEC, el 5,9%, esto es, el número más bajo de los últimos 28 años. Por último, Scioli deberá encarar con un Estado eficiente la problemática de los subsidios que, paradójicamente, favorecen a los que más se quejan de ellos: los ciudadanos de clase media y alta de la región metropolitana. Lo va a tener que hacer gradual y selectivamente. Y está bien que lo haga.
¿Y qué sucederá si gana Macri? Desde el plano político las condiciones son positivas para su espacio pues si bien no cuenta con mayoría en las cámaras, como pocas veces en la historia, una misma fuerza política poseería Nación, CABA, Provincia de Buenos Aires y, algo que no me parece menor, Boca Juniors. Ni el más optimista del PRO lo imaginaba y los más contentos son las terceras y cuartas líneas de los radicales que serán los principales beneficiados con todos los contratos que hacen falta para cubrir semejante estructura burocrática. Porque los correligionarios saben que el institucionalismo se cultiva mejor si hay contratos. Por suerte para Macri, los votantes que buscan equilibrio y que creen que no es bueno que haya un hombre o un partido con tanto poder, decidieron dárselo todo a él para combatir la supuesta concentración que tenía el gobierno anterior. Extrañas paradojas del republicanismo como el de Ernesto Sanz que anunció que, en caso de llegar Cambiemos al poder, no le temblará el pulso para gobernar a través de decretos. Si a este combo se le suma la afición de Macri por los vetos, el blindaje mediático, al menos de unos años, y un Poder Judicial cómplice, (pues se habla de contrapeso entre poderes pero quieren nombrar al jefe de los fiscales, cubrir con sus hombres los 3 lugares que estarán vacantes en la Corte Suprema, etc.), estamos ante un escenario de concentración de poder inédito que se enfrentará a un peronismo que, a diferencia de los años 80, ya ni siquiera cuenta con la fortaleza homogénea de los sindicatos y corre serio riesgo de balcanización en caso de perder la elección.       
Asimismo, en el plano económico no hay mucho misterio: las correcciones que Scioli haría gradualmente teniendo en cuenta el bolsillo de los trabajadores, Macri las transformará en un shock guiado por la decisión política de abaratar los costos laborales, esto es, bajar los sueldos (en USS). Se trata del combinado clásico de megadevaluación y transferencia automática de la renta hacia los sectores más concentrados. ¿Que no lo dice ahora? Lo dice a veces y a veces no lo dice porque es piantavotos pero, de llegar a la presidencia, apelará al clásico efecto de “la pesada herencia inobservada”. Esto significa que veremos desfilar a los principales referentes mediáticos diciéndonos que una vez en la administración se dieron cuenta que todo era peor que lo que pensaban y no les queda otra que recurrir a un indeseable ajuste fruto del populismo dilapidador de los k. Esto será acompañado por tapas de diarios con listas de ñoquis en el Estado (que los debe haber, claro) para que, naturalmente, se justifiquen miles de despidos (de los ñoquis y de los no ñoquis lo cual permitirá, no se olvide, el ingreso de nuevos ñoquis que por ser de colegio privado son más cool y llevan salsa de Palermo que no mancha la ropa).      

Pero a diferencia de Scioli, para Macri será más fácil conseguir los dólares que permitan destrabar una serie de cuellos de botella en los que está la economía argentina hoy: los buitres serán los primeros en celebrar porque entenderán que el acuerdo es inminente; habrá ayuda de bancos nacionales e internacionales además de una mediación de los organismos internacionales de crédito que ofrecerán frescos billetes verdes para blindar la economía. Porque la Argentina de Macri va a tener que demostrar prosperidad para aparecer como el faro que debe guiar las experiencias políticas de un escenario “pospopulista” en la región y generar el efecto contagio. Y, como si esto fuera poco, lo paradójicamente preocupante es que el kirchnerismo le deja al modelo neoliberal un país desendeudado, es decir, el mejor de los escenarios posibles. El margen es tal que si no existiera un deseo de revancha social de los sectores dominantes, el PRO podría implementar todas sus políticas de transferencia de ingreso paulatinamente hacia los sectores dominantes manteniendo la ayuda social durante dos períodos de un gobierno de Macri. Mientras tanto, la mitad de los argentinos gozará de una fiesta de consumo, del regreso del “deme dos” pero, el detalle, es que la Argentina tiene otra mitad, la que estuvo por debajo de la línea de pobreza en 2001 y que supo contar con un 20% de desocupación. Esos no viajarán a Miami y deberán contentarse con un todo por “200 pesos”, versión posdevaluación del clásico negocio de venta de baratijas importadas. Con todo, la prepotencia, la ambición pero, por sobre todo, repito, el deseo de una revancha tras 12 años fuera de gobierno de los sectores que siempre gobernaron este país, desde adentro o desde afuera de la administración, seguramente acelerará el proceso y probablemente comience a generar rápidamente enorme conflictividad social que no será tapa de los diarios. Como verá, el escenario ante un eventual gobierno de Scioli es un escenario inédito en tanto novedoso por la continuidad de un proyecto nacional y popular en un contexto internacional difícil y con un peronismo en estado de ebullición. El segundo, el de un eventual gobierno de Macri, es mucho más fácil de configurar por la simple razón de que no es una predicción sino el relato de una historia de la que ya hemos sido testigos.         

lunes, 16 de noviembre de 2015

Mi compromiso con el "Carta Abierta" macrista (publicado el 13/11/15 en Diario Registrado)

En los últimos días circuló una Carta de apoyo a la candidatura de Mauricio Macri firmada por más de doscientas personalidades de los medios y la cultura. Entre ellas se pueden visualizar hombres y mujeres de importante instalación pública como Marcos Aguinis, Juan José Sebrelli, Santiago Kovadloff, Marcelo Birmajer, Alejandro Rozitchner, Eduardo Levy Yeyati, Juan José Llach, Marcos Novaro, Pola Oloixarac, Pablo Sirvén, Iván Petrella, Liliana de Riz y Gustavo Noriega, entre otros.   
Más allá de que no concuerdo con el contenido de la Carta y de que no apoyo la candidatura de Macri celebro la iniciativa de comprometerse públicamente pues de esta manera se demuestra, incluso a contramano de lo que muchos de los allí firmantes han sostenido, que se puede apoyar un proyecto político y no por eso se deja de ser intelectual; o que se puede defender a un candidato y a una gestión que eventualmente pueda contratarnos como artistas y no por eso nos transformamos en venales y corruptos; y que no se es menos periodista si asumimos el lugar desde el que hablamos.  
Ojalá, entonces, estos referentes culturales no sean vilipendiados ni señalados despectivamente como acríticos “intelectuales orgánicos”, al igual que ha sucedido con el grupo de intelectuales afines al kirchnerismo. Espero, también, que no se estigmatice a los artistas allí firmantes aun cuando alguno haya sido contratado o sea contratado en el futuro por una eventual administración macrista, como también deseo que a los periodistas que engrosan esta lista no se los descalifique llamándolos “propagandistas”.
Porque si bien puede haber oportunistas en esta lista de personalidades, como los hay en todo grupo humano, al momento de la discusión pública no interesan las razones psicológicas o morales por las que alguien decide defender un conjunto de principios. Simplemente se intenta argumentar frente a las razones de quien piensa distinto independientemente de por qué lo dice o por qué lo hace. De hecho, en esa lista, por ejemplo, hay hombres y mujeres que en estos últimos años han sido contratados por el Gobierno de la Ciudad, han recibido pauta publicitaria y hasta son empleados de la administración citadina, y sin embargo no es justo espetarles que apoyan al PRO porque reciben dinero a cambio.
Por otra parte, deseo que los mismos editorialistas que le adosan la letra “k” a todo ciudadano con ideas afines al kirchnerismo para inducir a la audiencia y a los lectores, no le endilguen la letra “M” (de Macrismo) a los acá firmantes. Pues no sería justo que, por ejemplo, una nota afirme que el intelectual “M”, Marcos Aguinis, llamó a votar a Mauricio, ni otra que indique que el ultramacrista conductor de Radio Ciudad, Gustavo Noriega, defendió las políticas del expresidente de Boca. Sería, a su vez, estigmatizante que, por ejemplo, cada vez que Eduardo Levy Yeyati haga un pronóstico económico se le señale con el mote de “economista M” o que se llame “pseudo periodista” a Pablo Sirvén más allá de que él llame así a todo periodista cuya línea de pensamiento esté cercana al kirchnerismo. Además, espero que a ninguno de los firmantes se les indique que viven gracias a la plata de los impuestos de todos porque si alguno de ellos trabajara, como en algunos casos, insisto, ya sucede, para una administración macrista, tiene el derecho a recibir un sueldo.

Por último, y para finalizar, quiero decir públicamente que en caso de que Macri sea el próximo presidente, me comprometo a apoyar a los firmantes de esta Carta si periodistas o candidatos opositores los llaman “paraoficiales” y exigen que se les quite pauta oficial o que se silencie su voz en la Radio o la TV Pública por defender, con todas sus convicciones, las ideas y el proyecto político conservador al que suscriben.        

viernes, 13 de noviembre de 2015

Algo más que buenos modales (publicado el 12/11/15 en Veintitrés)

Una de las discusiones que se da al interior del oficialismo es cómo encarar estas últimas dos semanas de campaña. La situación es verdaderamente difícil tomando en cuenta que el que asoma como favorito ahora es Macri y, como suele suceder en el fútbol, cuando estás obligado a atacar te descuidas y cometes errores.
La idea del “ataque” no debe tomarse en sentido literal pero es claro que estamos viendo a un Scioli que ha dejado el rol de “pared impenetrable” que rebotaba con solvencia todo tipo de interrogación periodística, para transformarse en el candidato que busca interpelar a un adversario cuya línea discursiva es la “autoayuda chic”. Será difícil para el gobernador de Buenos Aires porque, guste o no, el kirchnerismo más duro es el que mejor se mueve en la confrontación pero, a su vez, se percibe un clima de desgaste de la lógica confrontativa. Si tal desgaste se produjo por la instalación en la opinión pública del mantra de la democracia como diálogo y consenso poco importa pero lo cierto es que existen sectores de la población que es necesario seducir y están recelosos de los presuntos malos modales k.           
Con todo, lo cierto es que después de la primera vuelta la campaña del oficialismo parece algo desordenada y la presidente parece ir por su carril, Scioli por el propio, y la militancia no orgánica, o más o menos orgánica, por otro. A tan pocos días de la elección el desorden no parece el mejor camino y se cae en lo que, desde mi punto de vista, son errores, más allá de tener las mejores intenciones. Me refiero a que identificar a Macri con la dictadura es algo que no solo no trae votos sino que es falso más allá de que buena parte de ese minoritario sector de argentinos que defiende las leyes de impunidad apoya al expresidente de Boca y que su plan económico sea similar al de Martínez de Hoz. Pero Macri no es Videla. Del mismo modo, tampoco se deben seguir convocando movilizaciones arrogándose la potestad del amor como si del otro lado solo hubiera odio.
Sin embargo, puede que ese desorden acabe siendo beneficioso pues, finalmente, CFK dirige sus discursos a “su tropa”, es decir, encolumna a los convencidos que no han militando como si lo estuvieran, Scioli busca seducir “por el centro” y la militancia no orgánica busca traer los votos que se puedan pero, por sobre todo, busca aparecer como ejemplo del compromiso frente al votante indolentemente progresista de grandes centro urbanos que susurrando “da lo mismo”, se garantiza la cómoda indignación de la cacerola que utilizará en el futuro. Todo eso, quizás, pueda confluir. Si alcanza o no es otra cosa pero si nada de esto se hiciese seguro que no alcanzaría.
A su vez, cuando usted lea esta nota se estará a pocos días del debate organizado por una ONG y que, se espera, esta vez, sea transmitido por varios canales incluida la TV pública. Quien sigue mis columnas sabe que si el dilema es entre que haya o no debate yo siempre preferiré que haya pero de ahí a suponer que ese evento es esencial para la democracia y la república hay un salto (al vacío). De hecho, tanto el debate en el que participaron 5 de los 6 candidatos como éste, acaban siendo funcionales a instituciones y símbolos que, desde mi punto de vista, debilitan nuestro sistema democrático. Me refiero a que el hecho de que el debate se realice en la Facultad de Derecho abona la idea de que el derecho y los abogados están por encima del Estado, la política y nuestros representantes; y el hecho de que sea organizado por varias ONG y moderado por periodistas legitima a éstos como neutrales guardianes morales de la República y heraldos de la voz de la sociedad civil. Con todo, la mejor razón frente a mis argumentos la obtuve de Carlos Zannini cuando en un reportaje tuve la posibilidad de interrogarlo acerca de las razones por las que Daniel Scioli había faltado al primer debate. Y su respuesta fue clara: “El debate es una cuestión táctica. Se concurre o no de acuerdo a la conveniencia”. Evidentemente, un Scioli ganador en primera vuelta no encontraba razones tácticas para asistir. Hoy la situación es otra máxime cuando el votante al que se busca seducir puede ser alguien que cree que en este tipo de debates se puede dirimir el buen o mal gobierno. Si alguien apresuradamente pudiera decir que Scioli no tiene convicciones republicanas pues solo asiste si le conviene cabe aclarar que tampoco parece del todo republicano haber vetado más de 100 leyes como Jefe de Gobierno de la Ciudad y que, hace apenas algunos meses, el candidato PRO, Horacio Rodrírguez Larreta, se negó a debatir. Y lo hizo, claramente, porque iba ganando, es decir, por razones tácticas.                
Más allá de esto, lo interesante es que Macri puede alcanzar la presidencia en un contexto de hegemonía cultural del kirchnerismo o, al menos, de consenso bastante expandido respecto de lo beneficioso que han resultado algunas políticas. La mejor prueba de ello es que el candidato del PRO tiene que desdecirse de todo lo que siempre dijo respecto de planes sociales, soberanía energética, fondos previsionales, Aerolíneas Argentinas y ampliación de derechos como fertilización asistida o matrimonio igualitario. ¿Qué es entonces lo que elegiría la ciudadanía? ¿Por qué no se inclina por el continuador de estas políticas? ¿Fantaseará con que se puede tener lo mismo pero con los presuntos buenos modales de la “gente bien”? Puede que así lo crea y, si es así, sería una tontería que el kirchnerismo no revisara sus modos pues, justamente, los kirchneristas entenderán que lo que importa son las conquistas obtenidas.
De hecho el último spot de Scioli va en esta dirección cuando afirma: "Yo sé que algunos están enojados. Pero no creo que estén enojados con la asignación universal para sus hijos, ni con las notebooks que recibe cada estudiante en las escuelas, ni con las casas del PRO.CRE.AR, ni haber recuperado YPF, Aerolíneas, nuestros ferrocarriles, y muchos logros más. Quizás estén enojados con las peleas, pero conmigo es distinto, yo soy un hombre de diálogo como ya lo demostré en mi vida. Moderado y pacífico. Pero decidido. Yo puedo darte a vos el cambio que esperas, pero sin los riesgos del pasado". Se trata de un texto que expresa un diagnóstico claro: las conquistas son valoradas incluso por aquellos que no nos votaron y si no nos eligieron fue por el clima de disputa y tensión que vive la Argentina al menos desde el conflicto con las patronales del campo. Asimismo, a vos, que por reflexión o moda crees que hace falta un cambio, te digo, yo, Scioli, que soy distinto y que si la opción es por el cambio puedo ser tu vehículo.
Por último, claramente, la referencia al pasado refiere a la relación entre el PRO y el neoliberalismo que llevó a la crisis del 2001. Como hemos elogiado en esta columna a Durán Barba, elogiemos ahora a los publicistas del sciolismo porque han logrado sintetizar en pocas frases el eje principal que puede permitir acercar posiciones con aquellos electores que se inclinaron por otras opciones.       
Sin embargo, algunos dicen que ya es tarde. Incluso hablan de clima de cambio de época, algo que ha sido bastante ostensible en varios municipios de la Provincia de Buenos Aires. Yo dejaría abierta la posibilidad, pero puede ser que tengan razón más allá de que ese cambio de época no se hubiera trasladado a las urnas si el oficialismo no hubiera cometido sendos errores de estrategia electoral, en especial, en la mencionada Provincia de Buenos Aires.  

Así, para finalizar, quizás el kirchnerismo quede preso de una enorme paradoja pues, por un lado, el hecho de que se hayan naturalizado las conquistas de la última larga década garantiza que un eventual gobierno de derecha tendrá enormes resistencias sociales si pretende avanzar sobre el piso alto de reivindicaciones y derechos; pero, por otro lado, esa misma naturalización, ese pensar que lo que se tiene es algo dado e inconmovible, generó una autonomización de esas conquistas respecto al origen histórico de las mismas. Dicho con más simpleza: sectores de la población pasan por alto que las posibilidades que han obtenido en esta última década se debieron no solo al esfuerzo personal sino a decisiones políticas y a políticas públicas llevadas adelante por una presidenta y un gobierno al que, por supuesto, se le pueden adjudicar caprichos, errores, desgastes y contradicciones. Es más, hasta se puede decir que ha sido un gobierno que ha equivocado varias veces sus candidatos y sus armados territoriales privilegiando inmerecidamente a algunos y maltratando a referentes políticos y sociales con cercanía ideológica que terminaron patéticamente, eso hay que decirlo también, “del otro lado”. Entonces, claro que podemos tener un gobierno mejor pero también podemos tener un gobierno peor que no será el que tenga peores modales sino el que te hará perder buena parte de las conquistas alcanzadas en los últimos doce años.            

sábado, 7 de noviembre de 2015

Poroto a poroto (publicado el 5/11/15 en Veintitrés)

Hubo un tiempo que fue hermoso y en el que creíamos en las encuestas. Pero ese tiempo terminó, como mínimo, el domingo 25 de octubre pues incluso los boca de urna del PRO daban una ventaja similar a la que supo obtener en las PASO Daniel Scioli. Pero también fueron errados los análisis y las elucubraciones, en general, así que hay buenas razones para descreer también de los analistas, por empezar, del que escribe esta nota. Y sin embargo, la desmemoria del lector y la vorágine nos da una nueva posibilidad para demostrar que a las imposibilidades metodológicas, las manipulaciones y los sesgos hay que agregar el factor de la imprevisibilidad.
Con todo, no es esta una nota sobre el azar si no sobre lo que puede ocurrir en el balotaje del próximo 22 de noviembre, esto es, una nota que intentará llevar adelante la temeraria tarea, una vez más, de predecir comportamientos (electorales). Y si nos dejamos llevar por el efecto psicológico el ganador es Macri. Sí, efectivamente, a pesar de ser segundo, la sobreexpectativa que se había generado en torno a un desenlace en favor de Scioli en la primera vuelta, hizo que Cambiemos apareciera como el gran ganador de la jornada, especialmente por el inesperado resultado en la Provincia de Buenos Aires. Si los encuestadores quisieran volver a pasar vergüenza deberían preguntarle a la ciudadanía, algunos días después de la elección del 25 de octubre, a quién va a votar y el resultado arrojaría, sin duda, una clara inclinación por el ganador “psicológico” de la contienda. Sin embargo, es de esperar que, con los días, ese efecto disminuya y el electorado pueda apartarse de la conmoción del resultado.
Haciendo números redondos, hay un 30 % de la ciudadanía que no votó ni a Scioli ni a Macri y allí estarían los votos en juego pues, naturalmente, parece difícil que alguien que haya votado a Scioli o a Macri decida apoyar a su oponente en esta instancia.
Por razones expositivas, quizás convenga tomar los votos por candidato más allá de que los votos, hace mucho tiempo, ya no son de los candidatos. Así que podría comenzarse por los electores que eligieron a Adolfo Rodríguez Sáa. No han llegado al 2% pero en una elección tan reñida pueden ser decisivos. ¿Qué perfil tiene ese elector? Inescrutable casi tanto como la política de San Luis pero lo cierto es que pareciera que allí habría un sector más filoperonista que opositor, con una retórica federalista, estatista y algo conservadora en el terreno de lo moral. Es posible que una parte mayoritaria de ese voto vaya hacia Scioli.
En cuanto a Margarita Stolbizer su “indignismo” moralizante y denuncista no obtuvo los votos esperados y apenas si rasguño el 2,5% de los votos. Hubo allí algún voto radical desencantado por la alianza del partido con Macri pero no mucho más. De hecho, seguramente, haber obtenido un porcentaje menor al de las PASO tuvo que ver con que parte de su electorado decidió apelar al voto “útil” en favor de Mauricio Macri. Habrá sido doloroso para Margarita pero buena parte de los que habían votado su pureza republicana la abandonaron por un procesado que se transformó en un “vetador serial” de leyes, incluso de aquellas apoyadas por sus propios legisladores. Pero ese comportamiento de su electorado permitiría augurar que, más allá de haber llamado a votar en blanco, un sector de sus votantes se acercaría más a Macri que a Scioli.
En lo que respecto a la izquierda, como era de esperar, sus referentes llamaron a votar en blanco tras obtener 3,27% en la primera vuelta. Naturalmente, afirmaron, todo es lo mismo porque para la izquierda todo lo que no sea ella misma es lo mismo. Sin embargo, los votantes difícilmente se plieguen estrictamente a la posición de Del Caño y es posible que una parte de esos votos, que no responden a un “trotskismo duro”, vayan hacia el FPV, pues puede haber allí electores enormemente críticos del oficialismo pero capaces de entender la diferencia entre un proyecto y otro.
Llegamos a los votos de UNA bajo la suposición de que dentro del aproximadamente 8% que los 3 candidatos mencionados reúnen, un sector se inclinará hacia el voto en blanco blanco pero la otra parte estaría más cerca de Scioli que de Macri, salvo en el caso de los votantes de Stolbizer. Es entonces cuando aparece Massa y esos más de 21% que pudo sumar resistiendo la polarización. Más allá de los coqueteos ambiguos de los referentes, en su programa económico y en su visión del Estado, la propuesta de UNA está más cerca del oficialismo que de la oposición. En todo caso, el massismo se diferencia fuertemente del FPV en su retórica antigarantista y su abuso de la demagogia punitivista pero la campaña, si bien ha tenido una fuerte presencia de la problemática del narcotráfico, a diferencia de elecciones anteriores, no gravitó tanto en torno a la “inseguridad”.
Sin embargo, nadie puede dejar de reconocer que el voto hacia Massa es también un voto opositor si bien es un voto más de oposición al kirchnerismo duro que a Scioli. Y allí es donde se abren los interrogantes: ¿qué prima en el voto massista? ¿La pertenencia peronista que aun no siendo kirchnerista entiende que Macri es un límite o la impronta opositora que haría todo lo posible para que el kirchnerismo no continúe aun en la versión más edulcorada que aparece con Scioli? Según Felipe Solá, quien, paradójicamente, afirmó que es muy difícil para los peronistas votar a Macri, el 65% de los votos de Massa se inclinaría por el líder de Cambiemos en el balotaje. De ser así, y volviendo a los números “redondos”, esto supondría que cerca de un 13,5% de aquel 21,3% iría hacia Cambiemos y alrededor de un 8% se trasladaría a Scioli. Me permito al menos dudar de esas proporciones pero aun si fueran ciertas supondría que, con los votos de Massa, el escenario del balotaje daría aproximadamente un 47/48% para Macri y un 44% para Scioli, números que se estrecharían aun más si fuera correcto el análisis realizado aquí en torno a los electores de Rodríguez Sáa, Stolbizer y Del Caño.
Asimismo, hay por allí un porcentaje, quizás pequeño, de una suerte de “voto pánico” de sectores progresistas que alguna vez pudieron votar al FPV y que esta vez no lo hicieron porque pensaron que la elección estaba resuelta y querían tener la conciencia limpia para el día de mañana levantar el dedo acusador frente a medidas de tinte conservador que, desde su perspectiva, podría tomar Scioli. Ese sector que puede haber ido a Del Caño pero que, en otra medida, difícil de calcular, se puede haber diluido incluso en algún voto en blanco, es probable que, viendo la posibilidad cierta de un Macri presidente, deje de lado la apatía y decida, con “desgarro” o como sea, votar al candidato del FPV.
Para finalizar, por lo dicho al principio, bien cabe preguntarse el sentido de escribir estas notas y de leerlas pues generalmente la realidad nos abofeteará y nos aleccionará en breve. Cuando eso suceda me escudaré en que lo aquí presentado fue simplemente la “foto” de un determinado momento y que no había nada que permitiera aseverar con certeza que estos serán los números del 22 de noviembre. Sin embargo, de no mediar algún suceso extravagante estoy tentado a afirmar que quien marcha a la cabeza de las preferencias hoy es el candidato de Cambiemos pero que el final del recorrido puede augurar un resultado abierto, tan abierto que supondrá un conteo largo, poroto a poroto.   

                

jueves, 5 de noviembre de 2015

Macri y el espejo que mete miedo (publicado el 2/11/15 en Diario Registrado)

Quienes durante años instalaron que La Cámpora adoctrinaba chicos en los jardines de infantes y tenía armas, que el gobierno te iba a secuestrar el pasaporte, que detrás de la SUBE estaba la SIDE espiándote, que se iban a cerrar canales de televisión opositores, que el plan económico siempre está a punto de explotar y que los BODEN se iban a pesificar porque no iba a haber más reservas en el BCRA, etc., denuncian una campaña de instalación del miedo de parte del oficialismo en contra del candidato opositor Mauricio Macri. Es curioso pero una denuncia tan subjetiva aparece como la noticia principal de los dos principales diarios el lunes 2 de noviembre y ya venía apareciendo en editorialistas menores durante los últimos días como así también en las redes sociales.
La prueba de la supuesta campaña oficialista sería un informe del programa de TV, 678, en el que se compara el discurso donde Martínez de Hoz, en 1980, expresa el plan económico que llevó adelante la dictadura, con pasajes de intervenciones públicas de los máximos referentes del macrismo.
En tal informe, entonces, se pueden visualizar 6 pilares del modelo neoliberal aplicados durante la dictadura. En primer lugar, la libertad de las transacciones cambiarias con eliminación de los controles del cambio. En buen criollo, se trata de dejar el precio del dólar a merced de la lógica del mercado, algo que los economistas macristas y el propio Macri vienen defendido tenazmente; en segundo lugar, el ministro de la dictadura menciona la decisión de quitar todo límite a las exportaciones, esto es, quitar todo tipo de impuestos o cuotas, algo que está en la agenda del macrismo desde el conflicto del gobierno nacional con las patronales del campo en 2008.   
En tercer lugar aparece la eliminación de cuotas, prohibiciones y licencias para las importaciones, medida que adoptaría el macrismo en caso de llegar al poder tal como reconoce el recientemente electo Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. En cuarto lugar aparece la completa libertad para las inversiones extranjeras, eufemismo por el cual se quiere afirmar que toda empresa que decida invertir dólares tendrá el beneficio de, como mínimo, girar todas sus ganancias a su casa matriz sin ningún tipo de obligación de reinvertir en el país. Tal medida es casi un “clásico” de los discursos macristas que hablan de generar “confianza” y “buen clima de negocios”.  
En quinto lugar, Martínez de Hoz realiza casi un fallido cuando habla de la “eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos”. Sí, leyó bien, habla de “tarifas políticas” y por “políticas”, aparentemente entiende “tarifas subsidiadas” mostrando el modo en que el paradigma neoliberal vincula “Estado” y “política” con “subsidios”, entendiendo por éstos un “gasto superfluo”. Aquí el informe muestra a la candidata a Vicepresidente, Gabriela Michetti, afirmando que es imposible seguir pagando los “precios irrisorios” de las tarifas de luz, gas y transporte. Por último, el mayor eufemismo, aquel que habla de la “libertad de contratación de los salarios sobre la base de los salarios establecidos como mínimos por el gobierno”. Para quien no lo entienda, se trata de bajar los salarios, es decir, que el trabajador gane menos. En esta línea se encuentra la afirmación de Macri en una entrevista televisiva cuando indicó que “lo que tenemos que hacer es bajar los costos y los salarios son un costo más”.

Más allá de que todo informe televisivo tiene una edición, nadie del macrismo ha salido a desmentir ni ha denunciado una tergiversación de cada una de las intervenciones que allí se muestran. Simplemente, en tándem con medios opositores, advierten una campaña de instalación de miedo lo cual, paradójicamente, es una demostración del triunfo cultural de ciertos pilares del kirchnerismo (más allá de que, claro está, el triunfo de esos pilares no garantice un triunfo en las urnas). Con esto me refiero a que denunciando una campaña de instalación del miedo, los denunciantes acaban admitiendo, sin reconocerlo, claro, que las recetas neoliberales son de temer, es decir, admiten involuntariamente que las propuestas que ellos defienden meten miedo en la población porque la ciudadanía las ha padecido en los años de dictadura y en la década del 90. Esto no es casual porque este es de los pocos países en los que la derecha no admite ser derecha, esto es, asume una culpa por ser lo que es, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en España. Pero en Argentina, ser de derecha genera culpa y ser neoliberal también genera culpa a punto tal que, salvo alguna radicalizada excepción, ningún neoliberal admite serlo. Quizás, entonces, más que instalación del miedo, lo que haya sea simplemente la instalación de un espejo enfrente de aquellos que no toleran ni pueden admitir públicamente lo que son si es que pretenden llegar a gobernar, a través de los votos, la Argentina.  

sábado, 31 de octubre de 2015

El factor Buenos Aires (publicado el 29/10/15 en Veintitrés)

Genera perplejidad que una candidata a la que no se le reconoce al menos una definición política y posee una retórica que transita todos los lugares comunes de la autoayuda oenegista, sea la artífice de lo que se presenta como la posibilidad cierta de la llegada a la presidencia de Mauricio Macri. Genera perplejidad porque era de esperar que tras 12 años de construcción el kirchnerismo fuera vencido por una alternativa política y robusta que lo supere en todo sentido aun cuando lo haga desde la derecha. Pero no es el caso y el PRO está cerca de terminar con la década larga de proyecto nacional y popular. Sin embargo, cabe decirlo, evidentemente el adversario político ha tenido sus méritos y en esta columna en la que se ha criticado al consultor Durán Barba por su “maquiavelismo antipolítico” (si tal conjunción no resulta un oxímoron), también se había dicho que la estrategia de la “pureza” era una estrategia adecuada puesto que, en cierta instancia, una hipotética alianza con Massa no le hubiera sumado los votos necesarios y lo hubiera obligado a resignar espacios. Ahora Macri llegó a la segunda vuelta apenas 2,5% por detrás lo cual lo pone, quizás, incluso, como favorito, más allá de que habrá que evaluar cuánto de antikirchnerista y cuánto de antimacrista tiene el voto peronista del ex intendente de Tigre que en este momento tiene el desafío de hacer valer esos 21,3% de los votos obtenidos.
Ahora bien, más allá de los aciertos del PRO creo que también habría que evaluar los errores del kirchnerismo, alguno de los cuales se vinculan a aspectos que anteceden a la estrategia electoral. Me refiero puntualmente a la dificultad de generar liderazgos por fuera de la figura de Néstor y Cristina, liderazgos que pudieran eventualmente devenir en candidaturas competitivas. Porque Scioli no era la primera opción como tampoco lo era Randazzo. En realidad no había plan B y si CFK no lograba una modificación en la Constitución, lo que restaba era simplemente esperar a ver quién picaba en punta. Impulsar que aquel que desee suceder a la actual presidente deba competir, tal como lo hicieron, recuerde, la casi decena de candidatos que uno a uno fueron haciendo su “baño de humildad”, es una decisión razonable pero tomada ante la incapacidad, la imposibilidad o el deseo de no apuntalar una o unas figuras que pudieran aparecer como reemplazantes naturales.   
Esto, por supuesto, tampoco implica hacer recaer todas las culpas sobre una forma peronista de construcción del poder. Los que no pudieron o no se animaron a disputar ese espacio tienen también su cuota de responsabilidad y Scioli tendrá también su cuota tanto en el triunfo como en la derrota. 
Pero, además, hubo un error importante en la estrategia electoral. Dado que en esta columna me equivoco bastante déjeme recordar las pocas veces que logro algún acierto porque en su momento denuncié las consecuencias que podía traer aparejada la decisión presidencial de disputar, en las PASO, una interna para dirimir el candidato a presidente. En aquel momento señalé que la estrategia discursiva de Randazzo, demasiado vehemente frente a su adversario, terminaría afectando al oficialismo y reduciendo sus chances de victoria. Probablemente la presidente interpretó este fenómeno del mismo modo y decidió ungir a Daniel Scioli, aquel que mejor medía, y acompañarlo con una figura del riñón del kirchnerismo como Carlos Zannini que no traía votos pero era una señal hacia los sectores progresistas del oficialismo que dudaban de la lealtad del actual gobernador de la provincia. Sin embargo, disolver “a dedo” la interna que se iba a jugar en las PASO tenía sus consecuencias y la información que trascendió fue que la manera de contentar al desplazado Randazzo fue ofrecerle ser el único candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, algo que el actual ministro rechazó. La historia resolverá pero, desde mi punto de vista, rechazar el segundo cargo ejecutivo más importante de la Argentina es un error, máxime porque, si bien en tanto contrafáctico nunca lo sabremos, hay buenas razones para suponer que Randazzo se hubiera impuesto a Vidal. Lo cierto es que ante esa negativa, CFK entendió que tenía la posibilidad de brindarles a sus votantes una interna o, en todo caso, no quiso asumir el costo de resolver otra candidatura a dedo. El resultado de ello fue proponerles a Julián Domínguez, Fernando Espinoza y a Aníbal Fernández que diriman el asunto en las PASO lo cual generó que inmediatamente los primeros dos se unieran en una fórmula. Y allí sucedía algo particularmente extraño: Domínguez era el menos conocido pero su imagen positiva hacía que Scioli no perdiera votos. Distinto era el caso de Aníbal Fernández que picaba en punta pero tenía un enorme rechazo de parte de la población no kirchnerista. Algunas semanas después de la determinación de las fórmulas, la vergonzosa operación mediática que sufrió el actual Jefe de Gabinete de parte del Grupo Clarín, paradójicamente, llevó a la Casa Rosada a dejar la neutralidad y a apoyar a Fernández del mismo modo que hicieron los votantes kirchneristas que estaban en la duda y entendían que, el atacado por Magnetto, es el candidato del proyecto. El resultado fue un ajustado 21 a 19 en favor de la fórmula Fernández-Sabbatella, pero los costos ya se empezaban a sentir porque esos 40 puntos fueron menos de los votos que se necesitaban para apuntalar a Scioli y la debacle final llegó este último fin de semana cuando, para sorpresa de propios y extraños, Vidal obtenía 4 puntos más que la fórmula del FPV. El rechazo de un sector de los votantes a Fernández que, acompañado por Sabbatella, también se ganaba el encono de muchos intendentes peronistas, explica que la fórmula solo haya obtenido el 35,18%, dos puntos menos que lo que obtuviera Scioli y 5 puntos menos que los que obtuviera el FPV en las PASO.
El jefe de Gabinete adjudicó la derrota a una extraordinaria elección de Vidal, lo cual es cierto, pero también hizo referencia a “fuego amigo” sin dar mayores precisiones. Si bien pudo haber algún “herido” tras el duro enfrentamiento en las PASO, si alguno de sus principales adversarios hubiera querido boicotearlo encontraríamos una enorme diferencia entre los votos del candidato a presidente por el FPV y los votos a la categoría gobernador. Sin embargo, en Matanza, tierra de Espinoza, Scioli obtuvo 48,19% y Fernández el 46,66%; en Chacabuco, tierra de Domínguez, Scioli obtuvo 38,47% y Fernández 37,73%. Asimismo, en Chacabuco, el candidato a Intendente promovido por Domínguez también perdió la elección así que difícilmente podría pensarse que el actual presidente de la Cámara hubiera llamado a votar en contra de “sí mismo” para perjudicar a su contrincante en las PASO. Algo similar sucedió en Quilmes, donde el “Barba” Gutiérrez, enfrentado desde siempre a Fernández, perdió la intendencia en manos de un cocinero.
El de la Provincia de Buenos Aires fue el único resultado que se apartó de lo esperado y del patrón que más o menos se viene dando en la Argentina, esto es, un oficialismo que gana en la mayoría de los distritos (17 sobre 24) y que pierde en los grandes centros urbanos (algunas ciudades capitales, CABA y las provincias de Mendoza, Santa Fe y Córdoba). Tal fenómeno se replica en todos los países de Latinoamérica donde existen gobiernos populares y lo que aquí permitía que ese comportamiento no incline la elección era la tradición peronista que se imponía en la provincia que aporta el 37% de los votos. Caída la provincia, la elección se puede ganar igual, como ha sucedido, pero la diferencia se achica. Para finalizar, hoy parece un consuelo pero hay que decir que el kirchnerismo sigue siendo la fuerza que más votos obtuvo en cada una de las elecciones que se han realizado en los últimos doce años y que tendrá una mayoría de alrededor de 40 escaños en la Cámara de Senadores y será primera minoría en la Cámara Baja con cerca de 115 diputados entre propios y aliados, esto es, a poco de los 129 que se necesitan para el quórum. Pero sin duda, peligra la elección más importante que es la presidencial. Una conjunción de virtudes ajenas y errores propios puede ayudar a entender el presente escenario. 

martes, 27 de octubre de 2015

Hay que callar a 678 (publicado en Diario Registrado el 23/10/15)

La previa a estas elecciones ha traído un hecho curioso: buena parte de los periodistas que han tenido la posibilidad de entrevistar a los candidatos a presidente les han preguntado sobre la continuidad de un programa de TV. Es un fenómeno inédito en la historia de la Argentina y quizás sea inédito en el mundo. El programa al que estos periodistas se refieren se llama 678 y se emite por la TV Pública un promedio de cuatro veces por semana durante una hora y media salvo los domingos en los que la edición alcanza apenas una hora. Como usted puede observar, se trata de un programa que ocupa el 3,15% de la programación del canal y si bien suele ser desplazado cada vez que se juega un partido de fútbol y en muchos casos es emitido en un horario poco habitual, es el programa de más rating en la TV Pública tanto para IBOPE como para SIFEMA.
Los periodistas preocupados por el futuro de este programa que lleva ya siete años en el aire defienden la idea de una TV Pública que no sea gubernamental. Sin embargo, le exigen al próximo gobierno que 678 no continúe. Es decir, exigen que la TV pública dependa de la decisión del próximo gobierno y, por lo tanto, se “gubernamentalice”. Es paradójico o, cuanto menos, extraño el pedido. Pero las razones detrás de ese pedido son bastante curiosas pues se exige el fin de 678 en nombre de la libertad de expresión. Dicho de otra manera, 678 sería un programa donde los informes y los panelistas defienden al gobierno, algo que, sin dudas, es, salvo contadas excepciones, cierto. Y eso, aparentemente, no puede suceder. ¿Por qué no puede suceder? Sinceramente no se sabe bien. Aparentemente, la libertad de expresión es una potestad de medios privados. Pues si uno está en la TV pública tiene libertad de expresión siempre y cuando no se exprese a favor del gobierno. Pareciera que, entonces, la libertad de expresión tiene que ver con el dinero porque se afirma que al emitirse por la TV pública, 678 se hace con el dinero de todos, y con el dinero de todos se pueden hacer programas de cocineros, noticieros, documentales, ficciones de calidad, programas para jóvenes y para chicos, musicales y ciclos de cine pero no se puede hacer un programa que, ocupando el 3,15% de la programación, se manifieste a favor del gobierno. Esta concepción “propietaria” de la libertad de expresión (solo pueden expresarse libremente los privados porque con su dinero pueden hacer lo que quieren, incluso mentir, falsear, tergiversar y desestabilizar) no resiste los avances en torno al derecho de información (derecho del que gozan los dueños de los medios y los periodistas empleados pero también los lectores y las audiencias que los consumimos). Asimismo, esta concepción “propietaria” de la libertad de expresión viene de la mano del argumento que resalta el supuesto daño económico que se les haría a los ciudadanos en tanto 678 sería pagado con los impuestos de todos. Sin embargo, por si usted no lo sabe, 678 es económicamente rentable, de modo que si usted cree que paga más impuestos por la existencia de este programa le digo que no: no solo no paga más sino que paga menos. Cualquier duda que tenga, ponga el programa entre las 21:50 y las 22:30 y allí observará todos los anunciantes privados que confían en el producto.
Sin embargo, periodistas como Luis Majul, periodistas que, particularmente, no son reconocidos por su brillantez, hasta pretenden emular a Rodolfo Walsh para, en un listado escrito en un castellano poco holgado, formular una carta abierta al próximo presidente y exigirle “Nunca más 678”. Más allá de que la utilización compulsiva del “Nunca más” conlleva el riesgo de banalizar una frase cuyo sentido está directamente vinculado al rechazo al genocidio que se cometió en Argentina, el periodista que, además, considera que la emisión de los partidos de fútbol los domingos a las 21:30 es una estrategia del gobierno para quitarle audiencia a su programa (SIC), lleva años en una campaña contra 678 en tanto se trataría de un programa de “propaganda”. Bien cabe preguntarse cuál es el criterio para determinar si un programa es, o no, de propaganda pero, aun si lo fuera, la pregunta que cabe hacer es: ¿por qué debe dejar de ser emitido un programa de propaganda? Que yo sepa Majul ni ninguno de los periodistas obsesionados con 678 pide “Nunca Más” para programas de evangelistas (donde se propagandizan los valores de su propio credo) o para programas de venta telefónica con chicas lindas. Menciono estos dos casos, simplemente, para no ingresar en la discusión acerca de cuán menos propagandísticos son otros programas periodísticos como el de Lanata, o el del propio Majul. Si hacer propaganda (política) es defender al poder podríamos discutir un rato largo si no son los majules y los lanatas los que hacen propaganda porque desde sus espacios defienden a los poderes económicos que los contratan y que auspician sus programas. En este sentido, Lanata hará periodismo cuando denuncie a Héctor Magnetto y Luis Majul se convertirá en periodista cuando denuncie el vergonzoso modo en que Daniel Vila y América TV han hecho campaña por Sergio Massa. Mientras no lo hagan, quizás, paradójicamente, sean ellos los propagandistas. Pero a pesar de ello creo que a nadie se le ocurriría escribir una carta pidiendo que esos programas dejen de emitirse. Porque la libertad de expresión es un derecho que tienen también los propagandistas.Para finalizar, es claro que un principio del modelo liberal de Estado es la neutralidad del mismo en materia religiosa y política. Si bien hay buena cantidad de bibliografía mostrando la imposibilidad de tal neutralidad podríamos conceder ese punto. Pero también hay otro principio muy pero muy liberal que es el del pluralismo y el Estado (liberal) debe garantizar tal pluralismo no solo al interior de la TV Pública sino tomando la perspectiva del mapa total de los medios porque la comunicación es un Bien público. Esto, claro está, como lo indica la ley de Medios, no quiere decir incidir en contenidos de canales privados pero sí significa que el Estado tiene la obligación de dar espacio a todas las voces evitando las posiciones monopólicas y dominantes. Y la voz de un programa con un inocultable e inocultado sesgo como 678, no tenía lugar en los canales privados, y, pareciera ser, se busca que ni siquiera tenga lugar en la TV Pública a pesar de que representa a una parte importante de la sociedad, esto es, aquella que, en líneas generales, es afín al oficialismo. Qué sucederá con el programa el año que viene, este humilde escriba, no lo sabe, pues el contrato de la productora privada que lo realiza con la TV Pública se renueva todos los años en diciembre tanto como los contratos de los panelistas que no son empleados públicos sino empleados de la productora privada. Puede que el programa siga en la misma pantalla, puede que deje de emitirse, o puede que pase a un canal privado de aire o cable. Si sucediera esto último, las críticas a 678 continuarían y de ese modo quedaría expuesto que el problema no es el canal desde el que se transmite sino el contenido del programa, los intereses que afecta y el modo en que ha expuesto la conexión pornográfica entre periodistas, dueños de medios y corporaciones económicas. Es por eso que se les pregunta a los candidatos por la continuidad de 678 y es por eso que un programa que, sin duda, tiene decenas de defectos y es ampliamente mejorable, todavía sigue molestando a todo el arco del establishment económico y periodístico opositor pero también, a buena parte de periodistas progres y oficialistas que han notado que 678 no pone en tela de juicio al periodismo opositor sino al periodismo todo.                               

viernes, 23 de octubre de 2015

Mucho más que una administración (publicado el 22/10/15 en Veintitrés)

Es un lugar común decir que en una elección presidencial se juega el futuro de nuestro país y también es un lugar común afirmar que la elección a la cual uno se dirige es más importante que las anteriores. Probablemente no sea así pero la intensidad con la que se vive el presente suele compeler, de una u otra manera, a ese tipo de suposiciones. Al fin de cuentas, si reseñamos las elecciones que se dieron en nuestra última etapa democrática, todas fueron y nos parecieron determinantes, claves, fundacionales, etc. La del 83 porque veníamos de la dictadura más sangrienta y era necesario encarar el desafío de la estabilidad democrática; en la del 89, porque debía resolverse el escenario de crisis económica fenomenal producido por el golpe de mercado y la consecuente hiperinflación; en el 95 se sometía a la voluntad popular la decisión acerca de continuar o no con el modelo neoliberal y en el 99 se trataba de terminar con la década menemista y rescatar de la crisis moral, social, económica y política al país, algo que, como usted sabe, no sucedió con la administración elegida. Continuando con la cronología, el 2003 era también una elección clave en tanto la ciudadanía elegiría por primera vez a su presidente después de la crisis de 2001, y en 2007 y 2011 se jugaba la continuidad democrática de un proyecto nacional y popular con una permanencia inédita en la historia argentina. 
Pero si usted ha aceptado esa breve y arbitraria descripción acerca de los grandes desafíos de cada una de las elecciones presidenciales desde 1983 hasta la fecha, tolerará que intente avanzar en aquello que, creo, se está poniendo en juego en esta elección. 
Comenzaré por la perspectiva regional porque del mismo modo que hubiera sucedido con una derrota de Maduro o de Dilma en las últimas elecciones, que el kirchnerismo pierda la elección frente a un partido liberal conservador como el PRO, supondría un efecto dominó fatal para los gobiernos populares de la región. Ya hemos visto cómo, hace algunas semanas, Estados Unidos cerró un acuerdo con 11 países incluyendo a Canadá, México, Colombia, Perú y Chile, esto es, gobiernos que, por diversas razones, siempre se mantuvieron a distancia de un MERCOSUR hegemonizado por la variante pretendidamente populista de líderes como Kirchner, Lula, CFK y que, más tarde, hasta incluyó a Chávez y Evo Morales. De esta manera la gran potencia del norte intenta hacer pie en Latinoamérica y cercar a los gobiernos “disidentes”.
Como si esto fuera poco, tanto por su simbolismo como, sobre todo, por su potencia económica, Estados Unidos azuza y espera la caída de alguno de los “3 grandes” participantes del “eje del mal” de la región. Y como se puede observar, la situación de Venezuela es difícil pues no puede controlar la inflación y su economía es dependiente del precio de un petróleo que oscila entre los 40 y los 50 dólares, muy lejos de los 100 dólares a los que había llegado apenas algunos años atrás; en Brasil, el escándalo Petrobras tiene a Dilma Rousseff resistiendo un pedido de juicio político y con una imagen positiva bajísima a pesar de haber logrado la reelección hace menos de un año. En el caso de Argentina, la situación económica es estable y hasta pareciera ser el único país de la región con crecimiento de su PBI en 2015; asimismo, los embates judiciales ya tuvieron su primavera y si bien lograron esmerilar la figura del vicepresidente no pudieron afectar la imagen de CFK quien también resistió a la tan peligrosa como insólita operación mediático-judicial que terminó con una denuncia desestimada por descabellada y un fiscal muerto que, a juzgar por los elementos que se han dado a conocer, se habría quitado la vida voluntaria o inducidamente, quizás, por los mismos cómplices de la operación. Sin embargo, el oficialismo no puede contar con su principal figura por un límite constitucional y eso hace que en las primarias abiertas se haya impuesto por un margen considerable pero no concluyente como para llegar holgado a la elección de este domingo.      
Si abandonamos lo regional para centrarnos en lo local, la hegemonía cultural que ha logrado el kirchnerismo ha obligado a los candidatos opositores a moderar, ocultar y, en algunos casos, girar 180 grados en sus diatribas contra los principales pilares del modelo. Porque te vienen a contar que vienen a pacificar la Argentina, a permitirnos comprar dólares, a darnos seguridad, a respetar las instituciones y a tratar bien a los periodistas pero en el fondo van por los fondos de pensiones; por las reservas del Banco Central; por las paritarias; por el fin de los planes sociales y de los subsidios (no solo los que no deberían darse sino todos los subsidios); por la baja en los impuestos (para los que más tienen), por la privatización de YPF; por la privatización de Aerolíneas; por el endeudamiento a cambio de reformas estructurales bajo receta neoliberal; por una educación pública pauperizada que restrinja la educación adecuada a los sectores que pueden pagar un establecimiento privado; por la política de Memoria, Verdad y Justicia, etc. No te lo dicen porque nadie que explicite estos deseos puede ganar hoy una elección en la Argentina. Sí lo podía hacer en el 95 pero no hoy porque la Argentina es otra.       
En cuanto al sistema político, está en juego, sin dudas, la fisonomía de los dos grandes partidos de la Argentina. El castigado radicalismo, aun si ganara su Alianza Cambiemos, (algo no imposible pero poco probable) tendrá enormes dificultades para recomponer su identidad tras haber acompañado a un candidato como Macri; en cuanto al PJ, un triunfo de Scioli sería una señal para el ala más tradicional pero no deja de ser cierto que ese espacio deberá convivir con el bloque que ha conformado CFK y que promete acompañar al nuevo presidente mientras se presenta como el garante de lo conseguido frente a quienes temen que una presidencia de Scioli suponga un retroceso o, en todo caso, un gobierno con menos espíritu confrontativo como para ir por “lo que falta”. A su vez, con un radicalismo derechizado, el bloque, digamos, “k puro”, intentará aparecer como aquel espacio al interior del peronismo que recelará de cualquier intento de hacer del PJ un partido conservador como fuera en los años 90.    
Para finalizar, quisiera advertir algo que no se suele tomar demasiado en cuenta. Me refiero a que del mismo modo que algunas líneas atrás intentábamos sintetizar en una frase el escenario al que se debía enfrentar cada unos de los presidentes electos desde el año 83 hasta la fecha, creo que este presidente enfrenta un desafío enormemente complejo como el de los Fondos Buitre. Usted estará cansado de oír del tema pero siento la obligación de alarmar y decir que de esa negociación depende el mantenimiento de las conquistas y los derechos conseguidos en esta última década y, sobre todo, el futuro de generaciones enteras. Porque no se trata de pagar un millón más o un millón menos. Se trata de que una mala negociación retrotraería la situación de la Argentina a la de 2001, con una deuda impagable y la necesidad de recurrir al sistema financiero para someter, una vez más, nuestra soberanía política y nuestra independencia económica a los mismos que llevaron a la Argentina a su momento más difícil. El gobierno actual no se niega a negociar ni tampoco se niega a pagar. Solo indica que le dará a los buitres lo mismo que le ha dado al 93% de acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda. Mientras tanto, el principal candidato opositor ha hablado de “pagarle a Griesa lo que Griesa pide”, el candidato Massa tiene estrechos vínculos con la Embajada estadounidense y hasta algún Gobernador oficialista ansioso se ha pronunciado erráticamente exigiendo un arreglo “urgente”. Sin embargo, en la negociación con los buitres tras el vergonzoso fallo de Griesa, CFK se ha mostrado tan intransigente como Néstor Kirchner cuando negoció una enorme quita en la deuda. El tiempo ha demostrado que era la manera adecuada de negociar. Ahora llega un gobierno nuevo y una etapa nueva pero con algo que se va a mantener constante: la presión impúdica con la que unos pocos vienen por lo que es de las mayorías.
Por todo esto, quizás una buena parte de los argentinos, al elegir su voto, entienda que ésta puede no ser la elección más importante de la última era democrática pero tiene que tener presente que el 25 de octubre se elige algo más que la administración que gobernará el país durante los próximos 4 años.        

viernes, 16 de octubre de 2015

Makri: el gran legado de Cristina (publicado el 15/10/15 en Veintitrés)

Días atrás, Iñigo Errejón, uno de los referentes del Podemos español, disertaba sobre la noción de “hegemonía” en el Centro Cultural Kirchner y mencionaba la siguiente anécdota que les contaré más o menos de memoria y con alguna licencia que exija la narración.
Se trata de lo que sucedió cuando, algunos años después de haber abandonado el poder, Margaret Thatcher acepta dar una entrevista. El contexto político era otro, el partido conservador de la “Dama de Hierro” había sido vencido y los laboristas habían logrado formar gobierno. Estamos en los últimos años de la década del noventa. La demencia senil que la llevaría a pasar los últimos años de su vida prácticamente sin salir de su casa no estaba presente aún y el entrevistador comienza preguntándole cuál es el mayor legado que ha dejado ella y el “thatcherismo” a Inglaterra. Sin pensarlo mucho, quien fuera Primer Ministro entre los años 1979 y 1990 y será recordada por su batalla contra los sindicatos, su neoliberalismo furioso y su criminalidad cuando, violando las normas del Derecho Internacional, decidió hundir el General Belgrano asesinando 323 soldados argentinos, respondió tajantemente: Mi mayor legado es Tony Blair.
El entrevistador no comprendió cómo Thatcher, máxima referente del partido conservador, podía ser capaz de afirmar que el que era, en ese momento, el Primer ministro inglés y provenía del partido laborista, es decir, el partido opositor al conservadurismo, podía ser su mayor legado. Interpretado el comentario como un equívoco, el entrevistador le pide a la entrevistada que explique esa afirmación y Thatcher, palabras más, palabras menos, y en tercera persona, indica que Tony Blair es su mayor legado porque para triunfar tuvo que dejar de ser lo que era; tuvo que abandonar el programa laborista para parecerse demasiado a Margaret Thatcher.
La justificación de la respuesta es interesantísima y se puede aplicar a muchos ejemplos de la historia política argentina reciente. Piénsese por ejemplo en el caso de la Alianza y el modo en que el discurso socialdemócrata de la campaña terminó sucumbiendo el día en que Domingo Cavallo es elegido como Ministro de Economía. La decisión de ubicar allí al máximo exponente del modelo que generó una deuda imposible de pagar mientras sumía en la pobreza a más de la mitad del país y hacía que más del 20% de la población se encuentre sin trabajo, no obedecía simplemente a las presiones de las corporaciones y del FMI sino a que una porción mayoritaria de la población seguía creyendo que, quitando la corrupción, el modelo podía sostenerse. En otras palabras, los principios neoliberales no solo tenían una expresión normativa en las leyes ordinarias y en la Constitución del 94 sino que también se habían hecho carne en el sentido común, se habían naturalizado. Se repudiaba a Menem y al menemismo pero no al neoliberalismo porque el neoliberalismo había hegemonizado a la sociedad argentina. Así, entonces, para ganar la elección y para tener legitimidad en las acciones de Gobierno, la Alianza tuvo que abandonar sus principios y parecerse demasiado a Menem.  
Pero, claro está, las sociedades cambian, fluctúan y hoy, claramente, independientemente del resultado de la próxima elección, tras 12 años en el gobierno y con clara conciencia de que la batalla debía ser, ante todo, cultural, son los principios, llamemos, “nacionales y populares” los que hegemonizan la escena. Si usted simpatiza o no con estos principios poco importa, del mismo modo que poco importaba si simpatizaba con los principios neoliberales en la década del 90. Lo relevante es que oficialismo y oposición libran su disputa electoral en el marco del escenario político y cultural que construyó el kirchnerismo en estos años.
En ese contexto es que puede entenderse la patética pantomima de un antiperonista como Mauricio Macri inaugurando una estatua de Perón. Por supuesto que se han hecho cosas peores en nombre del General así que nadie debe escandalizarse pero no deja de ser llamativo que el referente del partido conservador en Argentina hable de justicia social cuando la justicia social es, para el peronismo, el principio por el cual el Bien Común le pone freno a la prepotencia usuraria individualista, esto es, el principio por el cual la Constitución peronista de 1949, dicho por su máximo ideólogo, Arturo Sampay, “es anticapitalista”.
Un “hombre del mercado” defendiendo un principio que ataca la base del capitalismo es, como mínimo, una paradoja y alcanza para no dedicar demasiado espacio a la necesidad de analizar el modo en que el conservadurismo argentino reivindica un Perón pasteurizado cuyo único legado parece haber sido que, hacia el final de su vida, en vez de hablar de “peronistas” habló de “argentinos”. Menos sentido aún tiene explorar a los exponentes del peronismo residual que se hicieron presentes en la velada pero que ni siquiera se atreven a decir públicamente que votarían al hijo de Franco. Han perdido todos los pudores pero siempre un nuevo pudor asoma o un espejo incómodo los refleja.
Retomando el eje, decir que la inauguración de esta estatua responde al oportunismo electoral es una obviedad si no se explica, además, el contexto en el cual reivindicar a Perón, a la justicia social y a los derechos de los trabajadores se transforma en una oportunidad electoral. Porque no siempre fue así. Pero hoy existe un horizonte cultural en que kirchneristas, pero también muchos no kirchneristas, entienden que dejar la economía a merced del mercado es un camino equivocado; que el principal enemigo del ciudadano no es el Estado sino la ausencia del mismo; que las multinacionales, los organismos de crédito internacional y los Fondos Buitre presionan para instaurar en Argentina un modelo de exclusión; que YPF, Aerolíneas y los fondos jubilatorios deben ser del Estado, etc. Y cabe repetirlo: se trata de convicciones que exceden al votante kirchnerista, de aquí que el kirchnerismo pueda entenderse como hegemonizando la escena.          
Dicho por la “vía negativa”: ¿Cómo, Mauricio Macri, el candidato conservador que habla de achicamiento del Estado va a proponer en su campaña un Ingreso Universal a la niñez (más amplio que la AUH), un millón de créditos hipotecarios (que, como se comentaba en esta revista la semana pasada, supondría unos 300.000 millones de pesos, esto es, la totalidad de las reservas) o “Pobreza cero”, si una porción mayoritaria de la población no entendiera que ese tipo de propuestas (llevadas a la práctica en esta última década, claro está) son las correctas? ¿Cómo puede haber un spot de campaña en el que el máximo referente del PRO, partido que consecuentemente votó en contra todas las leyes medulares de esta última larga década, afirme que “vamos a continuar con todo lo que se hizo bien”, si no gracias a la evidencia de que oponiéndose a los principios que sustentaron las políticas kirchneristas va a perder la elección?
Resulta claro que una vez en el gobierno poco importan las promesas que se hayan hecho y que hay decenas de justificaciones harto transitadas para exponer frente a la sociedad un cambio de rumbo. Incluso, como sucedió con el kirchnerismo, podría darse que Macri gobierne la Argentina más de 4 años y que en ese lapso su mirada neoliberal vuelva a penetrar en la sociedad hasta transformarse en hegemónica. Pero hoy por hoy, el mayor legado de Cristina no es Scioli sino Makri, esto es, el Makri que se escribe con “K”, el que, para ganar la elección, sabe que tiene que dejar de ser Mauricio para parecerse cada vez más a Cristina.