lunes, 20 de mayo de 2013

Bestiario político argentino N° 2: Los antípodas (publicado el 17/5 en diario Registrado)


Los más crédulos afirman que los antípodas argentinos son descendientes de una familia china lectora de Lewis Carroll que cavó en línea recta un pozo que atravesó la tierra y emergió en una zona cercana al norte de la ciudad de Buenos Aires, pero sin duda se trata de habladurías sin ningún sustento científico; los más escépticos, por su parte, indican que los antípodas son parte del mito originado por una ficción acerca del planeta Tlön. Pero también se equivocan pues los antípodas existen, y me animo a decir, son cooriginarios no sólo del primer argentino sino del primer hombre sobre la faz de la tierra. Como suele ocurrir, la etimología puede darnos una pista: “anti” significa “contrario”, “lo otro”, y “podos” hace referencia a los pies. Antípodas son, entonces, aquellos habitantes del otro lado de la tierra, los que, suponiendo una tierra redonda, “tienen sus pies” a 180° de los nuestros. Si bien esto dio lugar a la creencia de que cada hombre tiene su antípoda y que cuando el primero duerme el otro está despierto, cuando uno habla, el otro calla y así con todas las cosas, numerosos viajeros se embarcaron en busca de su otro sin ningún resultado auspicioso. La explicación más razonable la dio un experto en retórica clásica: “es que el antípoda está a 180° siempre. Y cuando alguien se mueve un grado su antípoda también se mueve. Por ello, si decides viajar al otro lado del mundo a buscarlo, él también viajará a su otro lado del mundo que no es otro que aquel espacio del cual has partido originariamente”.
Estos seres que habitan el otro lado de la tierra tuvieron un destino horroroso hasta el descubrimiento de la ley de gravedad pues se cuenta que, al estar del otro lado del mundo, vivían cabeza abajo y cuando no podían sujetarse caían a su piso que no era otra cosa que el cielo. Pero todo esto empezó a cambiar a partir de los avances de la ciencia moderna y el conocimiento de las leyes de la física. Con todo, quedaba todavía un elemento misterioso: una querella medieval acerca de la naturaleza de estos seres fue transformando la mirada que se tenía sobre ellos. Tal interrogante puede plantearse así: ¿son los antípodas descendientes de Adán? Si lo eran se planteaba un problema teológico-geográfico pues ¿cómo pueden existir seres humanos en tierras sin contacto alguno con la civilización cristiana? De aquí se seguía, lógicamente, que no se trataba de seres humanos sino de un conjunto de seres que, a falta de una clasificación más adecuada, tenían el rango de monstruosidad. Para adecuar el mundo a esa clasificación, se tomó como prueba un escrito del obispo francés Francois-Joachim de Pierre de Bernis quien afirmaba que los antípodas tenían los pies dados vuelta, es decir, el talón al frente y los dedos mirando hacia la espalda, cosa que sólo podían disimular con un calzado. Pero lo más insólito es que esta situación dio lugar a, quizás, la lección política más importante de la historia poseedora de una actualidad que asombra.
La historia dice que Napoleón realizó una reunión durante su expedición en Egipto y, que siguiendo lo sucedido en la Asamblea Nacional de la Revolución francesa, los asistentes se dividieron en derecha e izquierda. En el costado derecho, sin que él ni nadie lo supieran, estaban los antípodas, y en el lado izquierdo los hombres comunes. Así fue que, probablemente, con un alto grado de alcohol en sangre,  la escena se desmadró y el bando izquierdo compuesto por los descendientes de Adán, acabó tomándose a golpe de puño con el bando antípoda. Botellazos, sillazos y restos arqueológicos volaban por al aire y no hacía falta ninguna piedra rosetta para entender lo que sucedía. Tras una primera victoria pírrica en el recinto, pugilísticamente hablando,  y presumiendo la llegada de refuerzos para sus rivales políticos, los antípodas abandonaron el espacio que hacía de legislatura con una estrategia insólita. Se descalzaron sin que nadie los viera y comenzaron a correr por el desierto asumiendo que tiempo más tarde sus perseguidores seguirían sus huellas y, al no saber que sus pies estaban dados vuelta, creerían estar acercándose cuanto más se alejaban. Así fue que, munidos de refuerzos, los rivales empezaron a correr por la izquierda a los antípodas pero el desenlace fue uno solo y repetido: frustración y el extraño fenómeno de correr por izquierda y salir por derecha mientras los antípodas estaban perfectamente a salvo y defendiendo su posición.
La historia dice que el bando izquierdo, obcecado como pocos, sigue una y otra vez, hasta el día de hoy, las huellas de los antípodas, y que el hecho se repite en casi todos los países a veces como farsa. En cuanto al destino de aquellos perseguidores, los más murieron de inanición, otros se refugiaron en la hospitalidad de las universidades y varios, al alcanzar el estado de senectud, se habrían pasado, orgullosos, al bando de las antípodas violentando, incluso, su naturaleza pédica.            

2 comentarios:

profemarcos dijo...

Me has provocado unas "pseudocientíficas" carcajadas.

Luis dijo...

Excelente analogía.