domingo, 26 de diciembre de 2010

Borges y el pesimismo 2.0 (publicada originalmente en el número 44 de la Revista La Tecla Ñ www.lateclaene.blogspot.com)

Hace algunos meses llegó a mis manos un libro en el que se presenta a Borges como un anticipador de Internet. Este libro, escrito por Perla Sassón-Henry sería uno más de una creciente lista de publicaciones en la que se vinculará a Borges con las nuevas tecnologías. La autora afirma, entre otras cosas, que Borges, especialmente a partir de textos como “Funes, el memorioso”, “La Biblioteca de Babel” y “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, habría, al menos, intuido el novedoso vínculo actual entre la tecnología y la literatura el cual se manifiesta, entre otras formas, en la participación activa del lector a partir de los fenómenos de descentralización de la información promovido por Youtube, Wikipedia, blogs, o redes sociales. Asimismo, parecería inferirse que la fantasía borgiana de la biblioteca que contenga todos los libros del mundo empezaría a cumplirse, al menos asintóticamente, a partir de la posibilidad de “infinito” almacenamiento del que dispone la virtualidad y, en particular la “Mega Enciclopedia” Wikipedia. Se puede colegir de lo dicho hasta aquí una visión optimista y presumiblemente ingenua de internet que parece injustamente adosada a la literatura de Borges.
Por razones de espacio me centraré en los cuentos mencionados para mostrar, que aun suponiendo que fuera correcto presentar a Borges como un anticipador de las principales características de la web (algo que me resulta bastante forzado y hasta inútil), su visión distaría mucho del optimismo por las bondades de la virtualidad.
Lo que primero viene a mi mente son las palabras del heresiarca en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. “(…) El visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan”. Borges tenía horror por la multiplicación inútil algo que, por sobre muchas cosas, caracteriza a Internet. La impunidad, muchas veces ligada al anonimato o al seudónimo, con la que alguien puede “subir” un contenido a la red, puede ser visto como un triunfo de la democratización de la información, pero seguramente implica una lista infinita de multiplicaciones falsas y estériles. Por cierto, la red resulta un lugar propicio para operaciones de prensa, noticias curiosas e irrelevantes (véanse, por ejemplo, los principales portales), ex novios despechados que hacen circular los videos hot de sus novias devenidas famosas y para que adolescentes protoesquizos sumen nicks y personalidades alternativas y falsas en las que todos demuestran ser aquello que no son.
Si nos remitimos a “La biblioteca de Babel”, Borges afirma que en ella “Por una línea razonable o por una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales e incoherencias”. Por otra parte, casi como una ironía del destino, en el mismo cuento Borges utiliza una palabra muy de moda en la web: “buscador”. Sin embargo, los buscadores no son aquellos sitios que nos permiten acceder rápida y libremente al contenido de la web sino, claramente, inquisidores. “Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función (…), alguna vez toman el libro más cercano y lo hojean en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada”.
Por último, la fantasía de internet como aquel “espacio” donde se encuentra “toda” la información, creo, sería visto por Borges con sumo espanto. Recuérdese la gran paradoja de Funes que por recordar absolutamente todo no podía pensar. No hay mejor metáfora que ésta para dar cuenta de cómo el exceso de información desjerarquizada y la compulsión por el detalle banal lejos de ofrecernos vías libres para nuevas y creativas interpretaciones nos quita la capacidad de abstracción y con ello la posibilidad del pensamiento. Finalizo ahora sí con un párrafo de “La biblioteca de Babel” que parece resumir, lo que Borges, con su infatigable ironía, podría decir de la web: “La escritura metódica me distrae de la presente condición de hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra (…) Quizás me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana, la única, está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.

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