martes, 7 de septiembre de 2010

Arroz, medioambiente y generaciones futuras (publicado originalmente el 7/9/10 en Tiempo Argentino)

Las denuncias en torno al desastre ecológico que se seguiría de la construcción de la represa del arroyo Ayuí en tanto implicaría inundar 8000 hectáreas para el riego de arroz transgénico, el reciente conflicto sobre la pastera Botnia, y los presagios de una cercana “guerra por el agua”, muestran que la problemática del medioambiente resulta un eje central de las decisiones políticas como nunca había ocurrido en la historia de la humanidad. Ahora bien, de todas las implicancias que la degradación del medioambiente acarrea, me interesa aquí indagar en una afirmación bastante común, esto es, aquella que indica que cuidar el medioambiente hoy es un deber no tanto por lo que pueda afectarnos en el presente sino por el bien del planeta y de los hombres y mujeres del futuro.
Dicho esto, el lector atento notará que aparecen dos elementos que pueden distinguirse: por un lado, el planeta, por el otro, aquellos hombres y mujeres que vivirán en él. Si bien en la práctica probablemente la suerte de estos últimos esté atada, en buena parte, a la de aquél, no sería descabellado afirmar que resulta moralmente más relevante cuidar de la calidad de vida de los humanos que vendrán, antes que la del planeta como un fin en sí. A sabiendas de lo provocador de la última frase, para arrojar un poco más de leña al fuego, podría decirse que resulta algo absurdo decir que el planeta tiene derechos que deben ser respetados. Parecería más bien que somos los humanos del presente y del futuro los que podemos ostentarlos y reclamarlos ante las autoridades.
En este punto, llegamos, entonces, a un problema más interesante aún, esto es, ¿en qué sentido podemos decir que un individuo de una generación futura tiene derechos? A la hora de desarrollar este problema evitaré el tema de la controversia en torno a la despenalización del aborto y de las posiciones que se oponen al mismo afirmando que habría sujeto de derecho desde la misma concepción y no desde el nacimiento. Esto es lo que lleva a estos sectores a defender la idea de los “derechos del niño no nato”, algo que para algunos no deja de ser una afirmación carente de sentido.
Hecha esta aclaración y siendo más específico: ¿podemos afirmar que los humanos que hoy poblamos la Tierra tenemos el deber de no afectar el medioambiente puesto que un individuo que nacerá, por ejemplo, dentro de 100 años, tiene el derecho a acceder a un mundo “mínimamente vivible”?
No es fácil esa respuesta por varios motivos: en primer lugar porque resulta difícilmente justificable afirmar que quien nacerá dentro de varios siglos tiene derechos que le deben ser respetados hoy. En segundo lugar, es absolutamente controvertible el criterio para determinar en qué sentido estamos afectando el hábitat del futuro pues está claro que llenar de cianuro las aguas supondría un mundo en el que la vida humana tendría serias dificultades para desarrollarse, pero hay otros casos menos extremos que podrían abrir interrogantes, a saber: la presión de las sociedades de consumo, la tecnología como herramienta de control, la desigualdad y, su consecuencia, la inseguridad, ¿no podrían interpretarse, también, como elementos no del todo deseables para las generaciones futuras? Más aún: que nuestros hijos sean de la generación pos Tinelli y, quizás, si es que la eternidad no se ensaña, pos Legrand, ¿no nos transforma en culpables a los ojos de aquellas generaciones remotas que nos acusarán de haber permitido la destrucción del mundo y de la cultura?
Más allá del último chascarrillo, éticamente hablando, la cuestión no parece fácil de justificar si bien hay varias opciones entre los teóricos. Una posibilidad es afirmar que aquellos que vivimos en la actualidad tenemos interés en dejar un mundo en condiciones dignas a nuestros hijos y nietos. Esta es una opción atendible pero con dificultades para justificar mi interés por la suerte del hijo del hijo, del hijo….. de mi hijo, que nacerá allá por el año 2124. Además aun cuando pudiera justificarse, de allí no se seguiría que este interés se haga extensible al resto de los humanos que no descienden de mí.
Una opción interesante aunque también rechazada por algunos pensadores es la que propondré para cerrar este artículo. Se trata de pensar un contrato hipotético en el que estuvieran presentes las generaciones existentes y las que están por venir. Esto, claro está, es un experimento mental pero que se basa en una estructura semejante a la que permite justificar la existencia de las sociedades actuales y los Estados. Tal contrato, para ser justo, debería ser consentido por todos los contrayentes y así se notará que ninguna generación del futuro aceptaría firmar un pacto en el que se observare que las condiciones para la vida humana serán profundamente hostiles. Es necesario, entonces, un importante nivel de abstracción para justificar los derechos de las generaciones que están por venir. En el mundo empresarial, esa falta de capacidad de abstracción y de visión de futuro más allá de su horizonte umbilical, no puede quedar librada a la voluntad y a la responsabilidad ética de empresarios con buen corazón pues lo que está en juego, aun con los interesantes debates de índole moral que genera, resulta de por sí demasiado importante. Así, cuando la buena voluntad y la responsabilidad individual no alcancen, dejemos al Estado, esto es, aquella estructura que, idealmente, nos representa a todos y que, por sobre todo, pretende perdurar en el tiempo, que actúe con la severidad de la ley aun cuando no falten algunos estúpidos que rechacen tal intervención aduciendo que se viola su derecho individual a elegir entre diferentes marcas de arroz.

4 comentarios:

Eva Row dijo...

Dante, extraordinario artículo. Presenta un claro panorama de análisis sobre derecho. Me ha tentado a pensar que el contrato ya existe en la misma condición humana, que la naturaleza humana viene con "contrato incluído". Somos seres sociales, y recibimos la humanización gracias al aporte de otros que se ocupan de nosotros. Esos otros son tanto nuestros contemporáneos como nuestros antecesores, quienes fueron forjando la humanización paso a paso en el transcurso de la larga Historia. Nadie puede mirar para otro lado sin ver la "dote" que recibe de las generaciones anteriores. Ese mismo "capital" heredado debe a su vez convertirse en herencia de generaciones futuras. Es una cuestión moral insoslayable, irrefutable.
Ahora, ¿cómo convertirla en un tema de derecho? Comparando con la cuestión del aborto: de la mayoría de los embarazos nacerá un niño. Digamos que la categoría "niño pòr nacer" existe mientras no haya nada que lo impida, como lo es la voluntad de la madre. Yo rescato la categoría "niño por nacer", ¿por qué no?, a pesar de que estoy fervorosamente a favor del derecho al aborto. Cuando la madre quiere tener un hijo, ese niño futuro debería convertirse ya en un sujeto de derecho, aunque no sea persona. También los animales, que no son persona, son sujeto de derecho, para ellos se legisló sobre la crueldad.
Así también existiría la categoría "persona del futuro". Nosotros sabemos positivamente que por más que sucedan muchas cosas, guerras, hambrunas, abortos, siempre habrá personas en el futuro. Ellas deberían tener una legislación a su favor, que ayudaría a los gobiernos (y los obligaría) a preservar el habitat ecológico, y no sólo eso, también la economía, no dejando deudas impagables por ejemplo. Sería interesante que sucediera eso. ¿Qué te parece Dante?

Dante Augusto Palma dijo...

Eva! Tanto tiempo! Qué bueno que escribiste. El tema es complicado porque los derechos de los animales, los derechos del niño por nacer (es decir, ya engendrado) y el ser humano que vivirá en el futuro (pero que todavía no ha sido siquiera engendrado), suponen cuestioens diferentes. Dependen los autores, y las concepciones pero el tema es complejo. BEso grande

Mario Sorsaburu dijo...

Estimado Dante.

Desde el punto de vista de los "viejos" valores, y desde una ética Kantiana, está muy bien el artículo, además de estar muy bien en gral.

Ahora digo: ¿ se puede desde la filosofía "ortodoxa" responder a las problemáticas actuales de hombres que ya no tienen un cuestionamiento"ortodoxo" de la vida?

Quiero decir: si me encuentro a diario con personas que en su mayoría sólo quieren tener cosas, que sólo pretenden pasarla bien, si sólo quieren el "éxito" que como paradigma de felicidad les dan en forma mediática. si hay desprecio, ocultamiento y vergüenza por la pobreza y hasta por la dignidad implícita en casi todos los pobres.

Si queda claro que más de la mitad de nuestra existencia es una irrealidad creada por el mercado y la falsa información. Si lo que quiere el grueso de la sociedad occidental y consumista es caca. Y no es un eufemismo; ¿ puedo interrigarla desde los valores, desde la ética y desde la complejidad hermosamente aclaratoria de la filosofía " convencional"?

Creo que es imposible.

Y como la filosofía es la verdad a los cuestionamientos del hombre, pienso que para volver a la filosofía,buscando la aclaración a interrogantes profundos, primero el hombre debiera volver a ser hombre en cuanto a a entender que hay que ser antes que parecer, que hay que sentir solidaridad, respeto, empatía por el otro y saber que lo que le pasa al otro, NOS PASA. Comprender que la cosa es entre todos o no sirve.

Mientras el paradigma repugnante de hoy siga en vigencia, todo será posible entre los hombres, las muertes, los asesinatos en masa , las torturas, los crimenes de lesa humanidad, que la misma humanidad los da por vencidos, para no pensar , ni hablar más de lo mismo, como escucho decir a tantos opinólogos, pseudo peridistas y pseudo escritores ¿volver a plantear los 70´s. no, PARA QUÉ, si ya pasó?

¿A QUE NOS PUEDE ALENTAR UNA SOCIEDAD ASÍ?

A pensar que la verdad está en el tipo de arroz que usamos para un risotto.

Abrazo

Mario Sorsaburu

Flor Rotundo dijo...

Dante, ¿cómo estás? mientras leía tu artículo me surgieron varias preguntas que tal vez exceden la racionalidad filosófica en cuanto a desde qué autor nos paramos para fundamentar nuestra posición. Si bien es pertinente el pensar en las generaciones futuras y realmente no sé cuán diferente es incluir a las especies (ya que excluirlas sería, a mi criterio, librarnos de la responsabilidad moderna que heredamos de "dominar la naturaleza" y con ello todas las aberraciones que sabemos y tantas de las que no...)Por lo tanto, volviendo al eje, ¿qué hay de nuestra calidad de vida hoy? ¿cuán informados estamos de los procesos de producción de los alimentos? ¿qué decisión puede uno tomar en base a sus derechos cuando la circulación de infomación es restringida y cuándo claramente no hay un privilegio de la buena alimentación, sino todo lo contrario? Me gustaría tener la confianza en el aparato estatal como la tenés, sin embargo, es del último lugar del que espero que se privilegie la humanidad por sobre los interés de toda índole. Los intereses están fragmentados, al igual que los valores, si bien es algo trillado, mucho tiene de fundamentación atrás que no es el lugar para desarrollar tal argumentación, pero ya no tenemos fundamento y el Estado lejos está de serlo, al menos así concebido. Nuestros gobiernos poco han defendido el territorio argentino, los recursos, la cultura; las personas agrupadas muchas veces han logrado mucho más que si hubieran esperado una ley. El problema que siempre me hace ruido y que ya hemos discutido alguna vez...a la ley le falta humanidad...